Estas pasadas Navidades, el 25 de diciembre de 2024 se estrenó “Norferatu”,
y a pesar de traer unas premisas y un elenco de actores interesantes, me eché
para atrás a la hora de verla en cines, porque pensé que se iban a cargar el
clásico expresionista de Murnau, y porque sus dos horas y cinco minutos de
metraje es algo que mi vejiga difícilmente podría soportar.
Hoy, que ya la he visto, me
arrepiento no haberla visto en pantalla grande, y es posiblemente, y creo que
no exagero, una de las mejores películas de terror que he visto en el último
año, y puedo decirlo con conocimiento de causa porque veo muchas, y reseño
pocas.
“Nosferatu” nació cuando
Murnau a principios de los años veinte se le ocurrió la idea de hacer una
versión cinematográfica de Drácula, pero sin que fuera Drácula, y así ahorrarse
los Derechos de Autor que le hubiera tenido que apoquinar a la heredera de Bram
Stoker fallecido curiosamente cinco días después del hundimiento del Titanic
(en abril de 1912) … Dicha heredera era su mujer, Florence, que aun así les
demandó después de estrenarse la película “Nosferatu”, y ganó, vaya que si
ganó.
En realidad, Florence se
enteró de dicho estreno cuando le llegó información de manera anónima sobre la
misma. Así que, aprovechando que estaba en bancarrota y viendo el cielo
abierto, demandó y ganó el juicio, ya que el guionista de “Nosferatu” había copiado
descaradamente la obra de su marido, Bram Stoker.
El guionista, el
britano-alemán Henrik Galeen, modificó los nombres, cambió Inglaterra por
Alemania, eliminó algunos personajes y pasajes y creó a “Nosferatu” que es
claramente una versión de “Drácula”, así que era imposible no ganar aquel
juicio.
En la demanda se pedía
destruir todas las copias de la película, pero no lo consiguieron
afortunadamente, ya que la película ya estaba ampliamente distribuida hasta por
Estados Unidos, y nos hubieran dejado huérfanos de una de las grandes
genialidades de Murnau. Curiosamente, lo que si permitió Florence fue la
adaptación teatral de la obra de su marido. Así que “Drácula”, la obra teatral,
se convirtió en un éxito.
¿Qué te vas a encontrar en la narrativa de esta nueva
versión de “Nosferatu”? Estamos en la Alemania de la preunificación, en 1838.
Concretamente en la ficticia, y muy ficticia ciudad de Wisborg (curiosamente
los Wisborg son nobles luxemburgueses desde hace 120 años, un dato que os doy
que no viene a cuento).
El joven Thomas Hutter y su joven esposa viven alegres y
felices en dicha ciudad. Thomas trabaja en la agencia inmobiliaria de la época,
dirigida por Heer Knock, un viejales que es en realidad un acólito de
Nosferatu, nuestro vampiro de turno.
Ellen tiene
ciertas crisis nocturnas que le impiden dormir y llevar una vida tranquila, con
pesadillas recurrentes bastante chungas y terroríficas, en las que aparecen
sombras oscuras, políticos que prometen cosas y uñas hechas en un Tai de
barrio.
Un día, el jefe de Thomas, le dice que tiene que irse de
viaje a Transilvania, a la mitad de los Montes Cárpatos, a venderle a un viejo
conde una propiedad, y que, como no han inventado internet, tiene que ir él
allí personalmente.
Thomas coge el Pony Express, y se hace Alemania-Rumanía
en una semana, más o menos lo mismo que Madrid-Badajoz en tren. Cuando llega,
se mezcla con los lugareños romaníes que le enseñan las bellas tradiciones del
lugar, como montar a tipas en pelotas a caballo, exhumar cadáveres, santiguarse
todo el rato y otras chanzas.
Cuando llega por fin al Castillo del Conde Orlok, que es
como se llama su anfitrión, cree por un momento que es Jim Carrey haciendo de
Robotnik en la Saga de Sonic, pero pronto descubre que es un malvado vampiro
que le ha hecho un par de agujeros en el pescuezo y lo tiene más tieso que la
mojama.
Robotnik, digo… El Conde Orlok se pilla un pasaje en un barco para ir de Rumania a Alemania. En realidad, él no está interesado en el Chalet de 2500 m2 con piscina, seis habitaciones, tres cuartos de baño y cocina americana que le ha vendido Thomas, sino que más bien va a por Ellen, ya que él es el causante de sus pesadillas, sus malestares nocturnos, sus levitaciones y su colon irritable que hace que se lo haga encima cada diez minutos.
El barco que lleva a Orlok y a sus 2500 ratas de
acompañamiento, está dirigido por unos rusos, y salen del Mar Negro, saltan al
Mediterráneo, al Atlántico, bajan al Indico a ver como están las cosas por
allí, suben otra vez y llegan a Alemania sin tripulación al cabo de tres meses
y medio. Thomas vuelve a trompicones a casa en una semana y media, justo para
asistir a la Fundación del Bayern de Munich.
Una vez allí, contratan a un viejo profesor terraplanista
que colecciona pipas y gatos, el Profesor Albin Eberhart Von Franz, Catedrático
en Filosofía y Letras por la Universidad de Extremadura, que enseguida se da
cuenta de que lo que les pasa a la pareja Hutter es que, aparte del Spam
telefónico que reciben a diario en la hora de la siesta, un vampiro bisexual
los acecha.
Mientras se preparan para el combate final,
Nosferatu/Robotnik hace de las suyas, cargándose a la familia de un amigo suyo
que no creía en vampiros, en vacunas ni cosas parecidas. Aparte que su acólito
Heer Knock se vuelve loco, cierra la Inmobiliaria y monta uno de los primeros
Kebabs de Alemania con las ratas de “Nosfe”.
Al final resulta que Robotnik/Nosferatu lo único que
quería es hacerle a Ellen La Caídita de Roma, pero el amanecer lo fastidia
todo, como un lunes de febrero en el que tienes que ir a trabajar.
En definitiva: Buenas actuaciones, buenas
interpretaciones de todo el elenco. Bill Skargaard como el Conde
Orlok/Nosferatu/Robotnik lo borda, y hay que agradecerle que su personaje no
haga Artes Marciales. Nicholas Hoult como Thomas Hutter también fantástico, me
encanta la cara de pánfilo de este hombre. Lily-Rose Deep como Ellen también
muy bien, y Willem Dafoe haciendo de sí mismo, que os puedo contar…
La película tuvo un presupuesto de 50 millones y ha
recaudado al mes y medio del estreno 160 millones de dólares. Rodada en gran
parte en la República Checa, está dirigida por Robert Eggers, que también se
encarga del guion.
¿Nota? Pues de nota le voy a dar un 7. Me ha gustado mucho, se me ha pasado volando las dos horas de metraje y creo que merece (y mucho) la pena su visionado.
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