He llegado a la película alemana “El Muro Negro” porque me he encontrado
con los nombres de dos actores alemanes que me gustan mucho en su manera de
trabajar, y lo que suelo ver de ellos, sin tirar cohetes en la plaza del
pueblo, me suele gustar y entretener.
Uno es Frederick Lau, un
tipo que lo petó con la película “La Ola”, y desde entonces no ha parado de
hacer cosas, y lleva a las espaldas más de 50 películas, y del que he hablado
en alguna ocasión por el blog, y por el canal… De hecho, tenemos reseñas de
algunos trabajos suyos como “Fiebre del Ladrillo”, “El Capitán” o la serie
“Maleantes”.
Y el otro actor, más
internacional, más vinculado con Hollywood, más de cine comercial y global (por
decirlo de alguna manera, más blockbuster), que es Matthias Schweighöfer, del
que hemos comentado trabajos suyos (varios, de hecho) como “Oppenheimer”,
“Familia revuelta”, “Las nadadoras”, “Agente Stone”, “Resistencia”, “Ejército
de muertos” o “El ejército de los ladrones”, que él mismo dirigió en 2021.
Con un dúo como este, “El
Muro Negro” es una película que no podía defraudar… ¿O sí?
“El
Muro Negro” es una película de suspense y ciencia ficción, de thriller
psicológico también tiene un buen rato, de poco más de una hora y media de
metraje, que, como suele pasar, comienza muy bien, tiene un planteamiento
interesante, pero pasado el tercio inicial, el tema se desinfla a un ritmo
desorbitado.
Escrita y dirigida por
Philip Koch, al que debemos la película “60 minutos” (la tenemos comentada por
el blog), la trama tiene un inicio prometedor. Tenemos a una pareja de media
edad, Tim (Matthias Schweighöfer) y Olivia (Ruby O. Fee), una pareja marcada
por el trauma tras la pérdida de una nena en un parto, algo que marca los
primeros diez minutos de la pareja, y que causa la crisis que arrastran desde
entonces.
El edificio donde viven, que tiene un refugio de la
Segunda Guerra Mundial, acaba de ser reformado. Y Olivia propone comenzar de
nuevo lejos de todo, al menos durante un tiempo, aprovechando que también han
puesto a punto su furgoneta hippie rosa, y le propone París, para empezar, y un
café.
Pero Tim, está intentando salvar sus traumas
trabajando más. La tensión entre ambos estalla cuando, a la mañana siguiente,
descubren que un muro de ladrillos negros magnéticos e irregulares, ha surgido
alrededor de su edificio, cerrando todas las salidas, anulando comunicaciones,
internet y quedándose sin agua ni comida.
Aislados del mundo, algo que posiblemente te suene
de otras películas (a veces me ha recordado a la película española “El hoyo”,
aunque en esta el mensaje era más claro y directo, o la también española “La
Cabina” de Antonio Mercero, o “Cube” que también es una referencia
cinematográfica a tener en cuenta), o que veas en un principio el tema de los
ladrillos formando un muro como una referencia emocional de la pareja (los
ladrillos son físicos, pero también emocionales, una barrera psicológica), Tim
y Olivia se unen a los vecinos para intentar llegar al refugio subterráneo de
la Segunda Guerra Mundial que está ubicado en el sótano, por lo que tendrán que
ir tirando paredes y suelos para ir bajando de niveles, haciendo boquetes con
un mazo prácticamente por todo el edificio, mientras surgen ñordas entre ellos
de vez en cuando.
Según van avanzando, van descubriendo cosas,
vecinos que en un principio no colaboran, después si, cámaras ocultas y
referencias que ellos mismos hacen a producciones como “Gran Hermano” o “El
Juego del Calamar”, que no deja de ser curioso, hasta encontrar el origen de la
creación del muro, y como traspasarlo…
Pero, cuando llegas aquí, la trama ya se ha
desinflado, y la película roza el truño a niveles insospechados.
En definitiva: Película que me ha defraudado, a pesar de la presencia de estos dos grandes actores alemanes, como son Frederick Lay y Matthias Schweighöfer. Buenas actuaciones también del resto del elenco, pero lo emocional finalmente sucumbe a lo banal, y aquel inicio prometedor que os decía se queda bastante en humo y en un final “Gññññ”. Le doy un 5 raspado de nota.
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