Ofrecerle a un
extremeño ver una película de trenes, es entre provocador y surrealista, pero
como buen extremeño que cree que los gusanos de hierro son seres mitológicos, y
que se tira al suelo cada vez que ve uno en funcionamiento, no he podido evitar
ver la película japonesa “Pánico en el tren bala”, producción de Netflix de
2025, estrenada el pasado 23 de abril, y que es una copia descarada de dos
horas y diez minutos de metraje de la película estadounidense “Speed: Máxima
potencia” que ya ha cumplido sus treinta años, y de otra más antigua, japonesa
también y que ya cumplió sus cincuenta años, como es la clásica “Pánico en el
Tokyo Express”…
De hecho, una curiosidad de esta
película es que se hace referencia a los hechos acontecidos en aquella otra, y
que, en un momento, si uno es observador, puede llegar a ver algunas escenas en
un monitor estratégicamente colocado mientras se habla de aquel precedente.
La trama de “Pánico en el tren bala” es
bastante sencilla. Un tren que no debe bajar de los 100 km/h o estallará y se
llevará por delante a pasajeros, y todo lo que pille por la zona. Por lo que ya
sabemos que, si el tren hubiese sido extremeño, hubiera explotado antes de
salir de la estación, o en medio de la nada, pero para eso no le hace falta una
circunstancia exterior… Afortunadamente no explotan, pero si se paran, y no
arrancan algunos después ni a empujones…
Tirones aparte, que vosotros sabréis perdonar… A partir de esta premisa,
expuesta casi en los primeros compases de la cinta, vamos a ver una historia
que gira en torno a todo el dispositivo que se monta por parte de políticos,
policías y técnicos ferroviarios para buscar una solución al tema, y de manera
paralela, como se toman los pasajeros, que son una especie de microcosmos
condensado de la sociedad japonesa, la posibilidad de que pueden acabar volando
por los aires.
No te creas que vas a ver una película
llena de acción, con terroristas dando tiros y equipos especiales saltando en
helicópteros ni nada parecido, absolutamente para nada.
De hecho, la película se me ha hecho muy
aburrida, bastante aburrida, por la falta de escenas de acción y la cantidad de
personajes, conversaciones para besugos y subtramas sin recorrido que habitan
en la película, siendo para mi lo más interesante ver los paisajes japoneses, y
los propios trenes que salen, reales como ellos mismos, de la empresa japonesa
JR East, y las estaciones de ferrocarril, que también tienen su aquel…
Ahora
bien, desmenuzando un poco más la trama, te encuentras con una historia
ciertamente rocambolesca, que conecta, como os digo, con la película de los
setenta, en un intento de hacerla una continuación.
Entre
los pasajeros, nos encontramos al principio con un grupo de estudiantes de
secundaria, muy típicos y tópicos, que no se están quietos ni a palos, y que
están muy enchufados a las redes sociales, sobre todo a Instagram donde suben
absolutamente de todo.
Tenemos a una parlamentaria japonesa
inaguantable, que no se aguanta ni pagando, que viene a representar lo que es
la falsedad, las ganas de trepar en cualquier circunstancia…
La
madre con el niño que no llegamos a verle la cara, y suena como un muñeco de 20
euros. El tipo huidizo con mascarilla, el viejo dormido, la maquinista y los
técnicos (no entiendo porque se saludan como militares todo el rato, no sé si
en la RENFE será igual), y así todo un catálogo de personajes que no van a
aportar mucho, o nada directamente.
Entre
el grupo de estudiantes, tenemos a una chica, que va a resultar ser la malvada terrorista,
que tiene conectada las bombas a un dispositivo implantado en su cuerpo por el
Hospital Universitario de Badajoz, y que es capaz de matar a su viejo a
distancia por no haberle comprado una camiseta que le gustaba o algo parecido.
Esto es muy poco creíble por mucho que nos quieran vender la moto, ya la verdad
es que le resta credibilidad.
Por
lo que me he quedado con la poca acción que tiene, los diabólicos planes de los
técnicos para que el tren no explote, los paisajes bucólicos y los arrozales,
algunos efectos especiales y poco más, siendo en mi opinión, repito, una
película sosa y aburrida, a la que le sobran perfectamente entre 30-40 minutos
para ganar interés.
Así
visto el panorama, de nota le voy a dar un triste 5, pero solo porque salen trenes,
que es algo que a mi me emboba, verlos moviéndose, funcionando, llegando a su
hora… No sé, debe ser como cuando un urbanita ve una oveja balando por el campo
o una cigüeña cagando desde el campanario. Si no es por los trenes, le hubiera
cascado un cuatro seguramente.
En fin: La dejo a vuestra entera elección, y ya me diréis que os pareció a vosotros “Pánico en el tren bala”.
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