De entrada, me ha hecho
gracia el título de esta película canadiense de 2023, rodada en francés,
“Vampira humanista busca suicida”, que, salvando las distancias, estoy seguro
que Tim Burton la disfrutaría mucho y que haría su propia versión, y por el otro
lado, ha conseguido que en el último minuto de metraje diera un bote en la
silla, ya que la canción que cierra la película es de 1970 y en español…
“Drácula ye-ye” de Andrés Pajares.
Películas, libros…
Historias de vampiros que no quieren ser vampiros, o al menos no cumplir con su
papel como tales y dejar un rastro de sangre, y muerte a su alrededor, bajo la
incomprensión de sus allegados y familiares, creo que ya conocemos algunos
ejemplos.
Es verdad que quizás que esta sea la primera película en la que la vampira sea canadiense francófona y emo, y que se eche un amigo adolescente que se quiere quitar de en medio porque no le gusta su vida, y está viviendo una situación que él considera difícil.
Pero ya hemos visto
vainas parecidas a esta, y aunque entretenida, y con algunos puntos
humorísticos, protagonizados más por la familia de vampiros que por el resto
del personal, quizás no sea una película que te vaya a llenar el ojo.
En
nuestra narrativa de una hora y media de metraje, la vampira protagonista,
Sasha, ansía poder vivir sin tener que sorber bolsas de sangre, pero no quiere
hacer daño a nadie, y le asquea eso de tener que ir mordiendo yugulares, y el
amigo, quiere quitarse de encima, juntando el hambre con las ganas de comer.
Así tenemos un poco de drama, un poco de terror blandito (nos van a ahorrar
escenas morbosas) y el humor al que os hacía referencia.
Sasha
es una vampira de 68 años, apariencia adolescente, que vive en una casa junto a
sus padres, una tía y una prima. Vive rodeada de libros, discos antiguos, y
tiene una estética un tanto gótica, un tanto emo. Todos los días, o mejor,
todas las noches, recibe la incomprensión de su familia, y es algo que ella, en
su búsqueda de identidad, y en su inusual empatía hacia los humanos, lleva muy
mal.
Ya
que por un lado no le han salido los colmillos, no siente la sed de sangre ni
de matar como cualquiera de su especie, y, por otro lado, parece ir contra
natura en sus pensamientos y acciones.
El
tema humorístico comienza cuando sus padres le cortan el pienso y la mandan a
cazar por sí misma, junto a Denise, una prima algo mayor que ella, más
tradicional, que se carga a chicos jóvenes como el que oye llover.
En
una de estas salidas nocturnas conoce a un adolescente, Paul, que sufre acoso
escolar y laboral, y se quiere quitar de en medio. Ambos llegan a una especie
de acuerdo, por el cual Paul se ofrece, pero antes debe cumplir una serie de
deseos que tiene pendientes.
Así, juntos, Sasha y
Paul emprenden una aventura nocturna para cumplir los últimos deseos de Paul,
lo que les va a unir más, y donde ambos van a confiar el uno en el otro. Y
mientras avanza la noche, les surge la posibilidad de que Paul se convierta en
un vampiro que acompañe a la triste y desolada Sasha, que cada vez entiende más
algunos sentimientos humanos.
En
definitiva: Poco más se puede comentar de una película que busca el
entretenimiento, algo oscura en el sentido de que casi todo el metraje lo vemos
cuando los vampiros están activos, y no cuando duermen.
Es
una película que posiblemente me hubiera entusiasmado más hace cuarenta años,
pero hoy por hoy, ha logrado sacarme alguna sonrisa entre escena y escena,
entre ese terror suave que os comentaba y el drama que gira alrededor de Sasha,
y del tema de los suicidios adolescentes, que no es ninguna broma, como tampoco
lo es el tema del acoso escolar, pero que sabe manejar con bastante maestría,
con sensibilidad, sin caer en el morbo, o en lo escabroso…
¿Olvidable? Si. A pesar de que su metraje es solo de una hora y media, creo que le sobra, aún así, sus 15-20 minutos de rigor, porque hay momentos en los que gira sobre si misma durante demasiado tiempo. Pero solo por el toque que le da a todos los temas comentados, le voy a dar un 6 de nota, y la dejo a vuestra entera elección.