Tener nenes en
casa conlleva que tengas que ver alguna película dirigida para ellos de vez en
cuando. Afortunadamente no ha sido la última de “Blancanieves”, si no
“Minecraft”, que también es mala, pero no la considero tan mala como la
película protagonizada por Rachel Zegler.
La hora era las cuatro de la tarde,
después de comer, hora siestera, y de hecho me he llegado a dormir un rato (al
parecer, porque me despertaron) durante la proyección.
La sala, a la mitad, todos éramos
padres/madres con nenes, familias enteras, y los nenes no paraban de dar botes
de alegría en los primeros compases de la película, mientras uno se santigua ya
desde el primer minuto, y llega a pensar que Jack Black es una especie de friki
todoterreno que no sé cómo lo hace, pero consigue estar en todas las
producciones relacionadas con juegos, videojuegos o el rollo friki de turno. Es
Bowser en la película de Super Mario Bros, salía en Jumanji, en Borderlands, en
Kung Fu Panda, en The Mandalorian… Y si puede, te mete algo de rock, aunque sea
de pasada, lo cual es de agradecer, aunque ya sea anacrónico en este final de
cuarto de siglo donde los nenes te preguntan qué es el rock, o el heavy metal…
Antes que nada, tengo que reconocer que
no conozco mucho del Universo Minecraft. Me pilla muy mayor, y yo siempre he
sido más de las arcades antiguas, de las recreativas como Captain Commando,
Cadillacs y Dinosaurios, Street Fighter y juegos por el estilo que hace
cuarenta años lo petaban…
Entiendo que Minecraft es un juego muy
creativo, con el que la nena que tengo en casa se ha tirado horas y horas,
sobre todo durante la pandemia, y que es muy bueno para fomentar su
imaginación. Yo he visto hacer casas, gallineros, torres, luchar contra
esqueletos y escuchar a los aldeanos decir: Jummmm, o algo parecido. A lo que
si jugué en su día fue al Minecraft Dungeons, que lo compramos en 2020 y me
tiré media pandemia enganchado a él, aunque no me lo he llegado a pasar ni por
asomo. Demasiados miles de monstruos por eliminar.
Hay que reconocer que Mojang, los
estudios creadores de Minecraft lo han petado con el juego que creo que ya ha
cumplido quince años, y que tiene diferentes versiones, modos de juego y un
mercadeo brutal de camisetas, llaveros, muñecos y miles de fans por todo el
mundo.
Por eso, la llegada de la película
Minecraft era esperable. Lo que no esperaba es que fuese tan mala en su
narrativa, por lo menos para mis ojos de Boomer, aunque los críos del cine la
han disfrutado mucho y la han llegado a aplaudir al final, y también reconozco
haberme reído con alguna escena y algún guiño, como os decía antes, al rock y
al heavy metal, algo también esperable con Jack Black por medio, que le sale la
vena “Escuela del Rock” a la superficie y no es capaz de evitarlo, y más si
tienes de compañero de reparto a un Jason Momoa en plan heavy ochentero,
cuadrado, barbudo y peludo, y vestido con una chaqueta de flecos rosa. Todo un
ser en extinción, como las recreativas que os comentaba antes, y bastante
absurdo en su concepción, como tendero de una tienda de videojuegos antigua,
muy al estilo de los videoclubs que lo petaban hace algunas décadas, y campeón
del 89 de un videojuego que no es más que una excusa, ya que sus supuestas
habilidades de gamer no la vamos a ver realmente en la película, ni siquiera en
su modo lucha, cuando le toca, que es en un par de ocasiones. Suele cobrar más
que dar. A mí, como me va el rollo heavy y rock, me ha gustado la referencia,
pero los nenes no lo han entendido, seguramente.
Rodada en Nueva Zelanda, por un equipo
que ya había trabajado en anteriores películas y producciones (incluso los
actores), con un presupuesto de 150 millones de dólares y con una recaudación
de 60 millones solamente el primer fin de semana de su estreno a nivel mundial,
Minecraft tiene un guiño al youtuber Technoblade, fallecido en 2022, y que era
un auténtico crack del juego (sale un cerdito con corona, y dicen “Es una
leyenda”)…
Aunque
su narrativa, la narrativa de Minecraft, no tiene demasiado sentido en mi
opinión, siendo una mezcolanza de muchas cosas a la vez que por mucho que se
intente, no pega bien en la pantalla, y a veces, cuando estaba despierto, me
parecía que todo era una excusa que se desarrollaba en torno a un histriónico
Steve, el personaje interpretado por Jack Black, que intenta focalizar todas
las miradas en sí, y del que se nota que es un fan del juego, eso seguro.
Y
tras una hora y cuarenta minutos de metraje, llegas a la conclusión de que
sobran prácticamente el resto de los actores. Jack Black, Steve, podría haber
hecho la película él solo, y quizás en compañía de una tal Alex que solo se
presenta en una escena post-créditos, al estilo de los finales de Sonic que van
presentando nuevos personajes.
Vamos al lio: Una pareja de hermanos,
Henry y Natalie, llega a una ciudad perdida del Medio Oeste americano. Han
perdido a su madre hace relativamente poco, y Natalie, que aparentemente acaba
de salir de la adolescencia, se echa la manta a la cabeza para comenzar una
nueva vida y hacerse cargo de su hermano. Al padre no lo nombran, y no sabemos
nada al respecto. En la peculiar ciudad, donde todos son muy raros, destacan
Garrett Garrison (Jason Momoa), heavy y antiguo campeón de un videojuego de
lucha del 89, algo que es completamente irrelevante, y Dawn, una tipa que hace de
todo y que es la primera persona que conocen los chicos al llegar a su nueva
casa.
Previamente, Steve (Jack Black) un tipo
de la ciudad obsesionado por las minas desde pequeño que desapareció 20 años
atrás, más o menos, llega a la Superficie (Minecraft) después de haber picado
en una mina que hay a las afueras de la ciudad durante 20 minutos. Encuentra
unos cubos de Rubik que une y voilá, en Minecraft con lobos, ovejas rosas y
abejas del tamaño de un F-5, y tras algunas aventuras acaba en mano de la Reina
de los Piglin, que son unos cerdos-orcos que quieren los orbes para conquistar
el mundo.
En una subtrama, uno de los aldeanos
viene al mundo real y protagoniza un par de escenas románticas delirantes, sin
decir más que “Juummm”, y nuestros protagonistas acaban en Minecraft después de
que Garrett se haga con los cubos en la subasta de un trastero (aquí hubiera
estado bien algún cameo de algún habitual de los programas, como Mary Padian,
Dave Hester o Darrell Sheets).
El
resto, ya os lo podéis imaginar, ya que la película es predecible y previsible
como ella sola, con 5 personajes con sus 5 arcos argumentales en vez de 2 (que
es lo que debería haber sido), pero con unos efectos especiales requetebuenos,
muchos guiños al juego, y un final que deja abierta una nueva película, que hoy
por hoy, no sabremos si saldrá…
Nota: Un 4. El ordenador no salva una película, que, a pesar de que esté dirigida para niños, no se los toma en serio, y ellos son los más exigentes. Los personajes femeninos, por cierto, está ahí de pasada. Una película con dos personajes, más fiel al juego, lo hubiera petado.