Con
“¡Hijos de la Noche!” (Panini, 2021), décimo tomo de la colección “La Tumba de
Drácula”, se cierran las aventuras de nuestro vampírico protagonista, Drácula.
Si
el tomo nueve ya olía a despedidas, con este ya se concluye, más o menos, no
solo con la colección, sino con algunos personajes y tramas. En mi opinión, es
un cierre un tanto forzado. Gene Colan y Marv Wolfman se han ido de Marvel (a
DC Cómics), después de haber estado desde 1972 al frente de la serie. Es 1982 y
un nuevo elenco llega a “La Tumba de Drácula” en pleno apogeo de los
superhéroes.
En
la narrativa, tenemos a Chris Claremont y Roger Stern, a los lápices a Bill
Sienkiewicz, Dan Green y Steve Leialoha (que también hace de entintador), y este nuevo
equipo cambia completamente la historia. No es ya que nos encontremos a un
Drácula con perilla, es la presencia abrumadora de héroes en acción, y el poco
protagonismo en sí, al contrario de volúmenes anteriores, que tiene el propio
vampiro, que parece un secundario en su propia colección.
La
Patrulla-X, El Doctor Extraño, La Bruja Escarlata, Capitana Marvel, Blade,
Frank Drake o Hannibal King, son algunos de los enemigos a los que debe
enfrentarse el vampiro, además de una breve aparición de Rachel Van Helsing
(que acaba en estas páginas su existencia, muy forzadamente), o Lilith, la hija
del propio Drácula, que opta por una vestimenta más recatada a la que nos tenía
acostumbrados.
Drácula
se obsesiona por conseguir un libro mágico, el Darkhold, que puede acabar con
su existencia y la de todos los vampiros. En sus manos, sería el poder absoluto.
El Doctor Extraño y su equipo, deberán evitarlo a toda costa.
Aun con todo, es posiblemente, en mi modesta opinión, el volumen más aburrido de la colección (a ratos, incluso soporífero), abandonando aquellos aires de terror que tenían los primeros volúmenes (definitivamente) y adentrándose durante el año y medio que duró la colección (1982-1983) en los enfrentamientos con mutantes o dioses como Thor, que se mencionan en el tomo, pero cuyos resultados no tenemos muy claros en la lectura.
Llama la atención de que aquel personaje, tipo Woody Allen, Harold H. Harold, vuelva a parecer en una sola viñeta (identificado como vampiro) para desaparecer en la siguiente, fulminado. Si esto último no es un “apaga que nos vamos”…
La época dorada de Drácula había concluido, y aunque volvería a aparecer esporádicamente en algún que otro tomo, como secundario principalmente, aquella verborrea de sus tiempos pasados y aquellas poses, ya habían pasado a la historia.
Fue bonito mientras duró. Esperemos volver a leer más sobre el vampiro, algún día.
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