“Un último favor” (2019) es una “Road movie”, que se desarrolla entre las dos Irlandas, y en la que ocurren tantas y tantas cosas, que acabarás pidiendo la hora, ya que su media hora de metraje y música de guitarra repitiendo acordes… Sobran desde casi el principio.
Un tipo, un irlandés llamado Daniel Murphy, vuelve de Nueva York donde trabaja como abogado. Quiere asistir al entierro de su madre, y hacerse cargo de su hermano autista, al que planea llevárselo a Estados Unidos. En el vuelo, conoce a un tipo, que por razones desconocidas (que está solo en el mundo, supongo) lo nombra su heredero, albacea y todo lo que se podía marcar en un folio con casillas. Antes de aterrizar en Irlanda, el señor, con el que coincide en apellidos, ha fallecido, y ya tenemos una de las subtramas montadas.
En casa, deberá enfrentarse a un hermano que no le quiere, al entierro del desconocido, y a una antigua compañera de instituto, que es muy hortera vistiendo (¿Chaqueta con gorro de lana? Uffff) con la que comienza a sentir algo…
El transcurso hasta Irlanda del Norte, para cumplir con el entierro del desconocido, al que llevan en la baca del coche, se transforma en una serie de anécdotas, confesiones y malos entendidos que podrían haberse resumido en poco más de una hora, pero que se alargan hasta la hora y tres cuartos, mientras un par de policías, que van tras ellos, le echan algo de comicidad (que yo no la he pillado) al asunto…
Desgraciadamente, no es una
película innovadora, y quiere contar y mezclar muchas cosas a la vez. A mí se
me ha hecho eterna.
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