Hace un mes, me visioné “Una
bolsa de canicas” (2017), película francesa sobre dos nenes judíos que
intentan huir al sur, a la Francia Libre, durante la ocupación nazi de Francia,
durante la Segunda Guerra Mundial, enviados por sus padres, que deciden
sabiamente, dividir a la familia para tener mayores posibilidades de
supervivencia. Es cierto que primero me rondó el cómic, pero que lo primero que
logré ver fue la película, que cómo podréis leer en la critica que hice en su
día, me gustó.
El cómic no podía tardar mucho
en caer, y, de hecho, me lo he comprado esta semana, y me lo he leído en dos
tardes, entusiasmado, porque la historia de Joseph Joffo, su autobiografía, es
requetebuena, interesante, didáctica, amena, y veraz como la vida misma.
“Un saco de canicas” (Penguin
Random House, 2019), adaptación de la novela del mismo nombre, llevada a cabo
por Kris (“Ha
muerto un hombre”) y Vincent Bailly, sigue las directrices de la película,
pero con ciertas variaciones significativas en algunas de sus tramas. Supongo
que a la cinta le quisieron dar mayor suspense, y la entrada en la Francia
Libre es bastante diferente, entre otras cosas. Por lo demás, tiene un dibujo
muy colorido, usa mucho el silencio en la narración, y las páginas suelen
estructurarse en siete u ocho viñetas.
Creo que es un cómic, igual
que la película, y me imagino que el libro (que aún no leí, y al parecer, es uno de los libros más vendidos en el país galo en los últimos cuarenta años), de esos que crees
imprescindibles. Por su honestidad, y la gran historia que nos trae Joffo. La
supervivencia, la amistad, y las ganas de vivir, por encima de todo.
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