La cuarta entrega de “Bad Boys”, o como les llamamos en España, “Dos policías rebeldes”, vuelve a traerte lo mismo de siempre: Tiros, una trama poco enrevesada, una gran química entre Will Smith y Martin Lawrence, Mike y Marcus en la ficción, y un blockbuster, un taquillazo palomitero que diríamos en español, para desconectar el cerebro y disfrutar de la película sin buscarle los tres pies al gato…
La famosa bofetada de Will Smith en la ceremonia de los Oscars de 2022 nos dejó sin el actor, condenado al ostracismo por gran parte de la industria cinematográfica, y ahora vuelve en una de sus franquicias clásicas, que siempre le ha dado mucho juego, beneficios y taquilla asegurada, como es la de los dos policías más rebeldes e icónicos de Miami, con permiso de los ochenteros Sonny Crockett y Ricardo Tubbs.
La cuarta entrega, que ya empieza a ser para abueletes, algo parecido a lo que ocurre con la franquicia “Super Detective en Hollywood” de Eddy Murphy, nos vuelve a traer a un Mike que se nos ha casado, y a un Marcus que ha sobrevivido a un infarto en la celebración de dicha boda y cree que de momento no puede morir más, enfrascados en un caso que afecta al difunto Capitán Howard, acusado de haber participado en vida de una trama de mercadeo de cosas raras y malas, lo que afectaría a su imagen inmaculada y post-mórtem.
Ambos, que pronto se ven perseguidos por defender la honorabilidad de su antiguo compañero y jefe, deberán demostrar la inocencia del mismo, la suya propia, y destapar la red de corrupción policial que afectaría a un buen número de policías y agentes cercanos, con algún cargo del estado también de por medio, como es el caso de Reed Richards, Mr. Fantástico, que anda metido en el fregao.
Un testigo fundamental del caso es Armando Aretas, el hijo hispano de Mike, que cumple condena por narcotráfico y mil vainas más desde la película anterior, y que saldrá a la calle por buen comportamiento a mediados del Siglo XXXI, junto a un tal Ulises.
Así que Mike y Marcus, gracietas mediante, porque la complicidad entre estos dos es innegable, se montan un pequeño equipo que incluye a uno de los hijos de Ragnar Lodbrok, y lo demás os lo podéis imaginar, porque siempre es lo mismo…
En definitiva: Con dos horas de duración, la cuarta película de la franquicia viene con una banda sonora muy hispana, muy latina, y con un planteamiento bastante plano en casi todos los aspectos, pero como os he dicho anteriormente, si lo que quieres es desconectar de todo durante lo que dura el metraje, esta es sin duda, tu película.
Aparte de cameos como el de Michael Bay, o el del famoso tiktoker italiano Khaby Lame, la película tira por momentos de estética y dinámica de videojuego con la cámara en primera persona, guiños a las anteriores películas y a otras como “Fast&Furious” (o como la llamamos en España, “A todo Gas”), y repite como un loro una y otra vez, como si de un mantra se tratara, el tema “Bad Boys” que se repite más que el ajo, para conjurarse a si mismos, y despejar los miedos y dudas de un Mike que se está empezando a hacer mayor después de casi treinta años que comenzara la saga…
De nota, como no podía ser de otra manera tratándose de mi, le doy su 5 por el entretenimiento, y vamos arreando que es gerundio. Desconozco si habrá una nueva entrega, aunque todo me huele a que si, porque el final lo dejan muy abierto y esto es tan sencillo como hacer churros. Lo que si os puedo comentar, y con esto termino, es que hay una escena final protagonizada por Marcus en una vida anterior, concretamente en el S.IV A.C siendo beduino, que os podéis perder tranquilamente...
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