Antes que nada, tengo que deciros que “Luna sin Miel” (Netflix, 2024) no es el tipo de película que me suela interesar, pero he llegado a ella, no porque esté entre las películas más vistas de Netflix España desde hace días, sino más bien por la curiosidad, el interés antropológico, de encontrarme con una película kuwaití.
Y es que, si mal no recuerdo, creo que en toda mi vida he visto una película de Kuwait, y no conozco absolutamente nada del tipo de cine que se hace el país, ni conozco actores, directores ni nada relacionado con las artes cinematográficas… Y, además, está, como os digo, la curiosidad antropológica, que también me sucede con las películas turcas, que parecen mostrar una realidad occidentalizada, si se me permite la palabra, que, sospecho, no tiene nada que ver con la realidad del país. O tal vez si, no lo sé, porque no he tenido el placer de moverme por aquellos lares, pero los roles que juegan los personajes de dichas películas, tanto masculinos como femeninos, me parecen demasiado… Como os digo… Occidentales.
Y es ese el cebo que me ha hecho picar la caña de esta película romántica, con tintes de comedia, ha sido precisamente esos dos puntos clave que os comento.
En la narrativa de “Luna sin miel”, que con las debidas distancias, podría firmar un guionista francés, pero en tono más disparatado, tenemos a Noor, una chica que descubre que su pareja se ha casado y se ha ido de Luna de Miel a Beirut, lugar que debe ser muy lindo, pero poco recomendable hace 40 años, o al menos eso fue lo que aprendí con películas de Chuck Norris como “Delta Force”, y por otro lado, a Hamad, un joven cuyo padre lo quiere casado y con la mujer en estado de buena esperanza, ecografía en mano, en un mes de plazo… Si, lo sé, no sé como sonará todo esto en Kuwait, pero es una trama un tanto… Extraña.
A través de amigos comunes, los dos se casan en un visto y no visto, y se van a Beirut de Luna de Miel. Ella en busca de Yousef, su novio ahora convertido en un hombre casado, para darle celos y mostrarle que ella también se ha casado. Él con muchas dudas respecto al matrimonio, ambos saben que no va a funcionar, y con la duda expuesta por la madre de ella y la tía de él, de que pueden ser… agarraros a donde podáis… “Hermanos de leche”.
Si, amigos, resulta que si ambos bebés beben en la infancia de la misma leche materna, duda que sobrevuela durante toda la película, se convierten automáticamente en hermanos… Hermanos de Leche… Y el matrimonio y posterior consumación estarían prohibidos, y se resolvería con el pertinente divorcio.
A partir de la llegada a Beirut, se suceden toda una serie de situaciones tragicómicas, en las que ella intenta coincidir con su antiguo novio a toda costa, y él intenta a ratos tener una relación con ella, y a veces, otras cosas más raras, siempre involucrando telefónicamente a los dos amigos que los presentaron, y dando sus respectivas versiones, y puntos de vista, sobre los sucesos que van aconteciendo…
En resumidas cuentas: Película poco original, que a mi personalmente me choca en lo cultural, o cual no es ni bueno ni malo, solo lo menciono… Y que es muy suave, muy light en todos los aspectos, y que cuenta con el detalle de que los protagonistas, ambos, rompen de vez en cuando la cuarta pared y se dirigen al espectador. Esta es la típica película que gustará a aquellos espectadores que anden enganchados a las películas y series turcas, a hosteleros de Beirut y a touroperadores del Líbano, y que no le hará mucha gracia a pianistas y a empresas alemanas que esperan firmar ciertos contratos…
Le doy un 4, por el interés antropológico y cultural, y me queda la duda si en Kuwait realmente son así...
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