De
la mano de Usamaru Furuya (Autasasinofilia.
¡Quiero ser asesinado por una colegiala!, Ponent Mon, 2017) nos llega este
interesante “51 Maneras de Proteger a tu novia” que también editó Ponent Mon
(2017).
Se
trata de cinco volúmenes, en los que, con un terrible terremoto en Tokyo de
fondo, vamos a encontrarnos con lo mejor y con lo peor del ser humano. Y nadie
mejor que un japonés para narrar una desgracia de estas características, ya que
son habituales los apocalipsis en películas, series y mangas nipones.
Estamos
en el distrito de Odaiba (Tokyo). Es 23 de febrero, y Jin Mishima sueña con un
trabajo relacionado con el mundo de la televisión. A la par, una antigua
compañera de secundaria de Jin, Roruko, gótica lolita (lo sé, suena raro) de 21
años, intenta ir por todos los medios a un concierto de su grupo favorito.
Justo
cuando los dos se encuentran, y tras una breve discusión, sucede el
megaterremoto que hará que los dos tengan que apoyarse mutuamente para
sobrevivir.
En
el camino a casa, que durará casi dos semanas, se encontrarán con personas que
les ayudarán y que les acompañarán, y personas que intentarán hacer todo lo
posible para sobrevivir a costa de los demás. En este último aspecto, es
curioso reseñar la proliferación de sectas en Japón (más que setas en un
bosque) y una especie de histeria sexual que sufren los hombres en medio de la
tragedia global que no sé yo si está documentada de otros hechos parecidos.
A pesar de que el título es engañoso, ya que los dos protagonistas no son pareja y solo se van apreciando a lo largo del duro camino, y las “51 maneras” no se corresponden con los capítulos de los cinco tomos (que son 49), y tampoco es que se expliquen de ninguna de las maneras. Aun así, es cómic es ciertamente ameno, una especie de “road movie” a pie, entre réplicas, cadáveres, robos y violaciones, en las que ya de paso nos damos una vuelta por los principales barrios de Tokyo.
Algo
que me ha gustado mucho es que en los cuatro primeros números, se dan consejos
para seguir si nos viéramos en una tesitura parecida (con fotos y breves y
concisas claves a tener en cuenta), y en el último, en forma de epilogo, nos
encontramos un esclarecedor relato del propio Furuya sobre la realizaron del
proyecto y los pasos que siguió (a pie de calle, pidiendo información…) para
realizarlo.
Resumiendo:
Un cómic entretenido, con algunos aspectos de la vida japonesa que pueden llamar
la atención a un occidental (coger zapatos de tiendas y dejar dinero con nota
en el lugar, o el tema de las sectas o la manera de vestir de algunas tribus
urbanas…), y que seguro que te va a gustar.
Hombreeeeee, donde se ponga un Zero japonés, que se quite todo lo demás... Eso está claro.
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