En “La hija de un ladrón”
(2019), tenemos a Sara. Una luchadora nata de 22 años, que ha trabajado de todo
lo que le salía, mientras cuida de un hermano pequeño y un bebé en la Barcelona
actual.
Su padre, es un
ladronzuelo, Manuel, que aparece de repente en su vida, después de haber estado
un tiempo en chirona, es el obstáculo que se le pone en medio a Sara para tener
su vida perfecta: Tener una familia normal. Como cualquier otra. Simplemente,
normal. Algo diferente a lo que ella ha vivido hasta ahora.
Pero la sombra del padre,
que sale poco en la cinta (dentro de lo que cabe), es alargada, como digo, y
Sara tendrá que hacer todo lo posible por encontrar esa normalidad.
La película no está mal. Es
un retrato, bastante fiel, de la vida de muchas personas de este país. Algunas
alcanzan sus sueños, y otras viven auténticos dramas en su día a día. En esto,
es poca novedosa. Igualmente, es un poco excesiva de metraje
(le sobra media hora y contaría lo mismo), pero las interpretaciones están bastante
bien. A ratos, no sé por qué, no podría ponerlo muy en pie, me ha recordado a “Techo y
comida”, quizás por las dificultades de la vida, y el poder de las mujeres
solas, y jóvenes, para tirar del carro, cueste lo que cueste.
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