Como hace unos años, me
tragué las dos primeras temporadas de “Castlevania”
sin pestañear, era cuestión de tiempo que la Tercera Temporada, estrenada hace poco
más de un mes en Netflix, cayera más pronto que tarde.
De entrada, tengo que
decir, que me encontrado una temporada más madura que las dos anteriores. Más
seria, más sexual, y más brutal. Con un entramado más complejo, y que cuenta
varias historias a la vez, con subtramas bien hilvanadas.
Por un lado. Drácula ha
muerto. Su hijo Alucard, vive solo en los restos del Castillo de su padre. Un
día, en su aburrida vida, recibe la vida de dos hermanos japoneses, que le
piden que les enseñe a matar vampiros, que se convierta en maestro de ambos.
Algo que Alucard aceptará, más que nada, por no estar solo.
Por otro lado. Isaac y
Héctor, Maestros Forjadores, con la capacidad de crear ejércitos de monstruos,
viven misiones diferentes. Uno de ellos, vengar a su maestro (Isaac). El otro,
intentar sobrevivir a las cuatro hermanas vampiro que lo tienen retenido en su
castillo, y que planean invadir media Europa (recordemos, que, la serie se
desarrolla en un hipotético y distópico S.XV)
Y, en último lugar,
tenemos a Trevor Belmont y a la oradora Sypha, convertidos en cazadores
ambulantes de monstruos, amantes, que se encuentran con un personaje que es una
copia de Sean Connery en “Los Inmortales”, y que deberán investigar los
extraños sucesos que acontecen alrededor de un Priorato en las afueras del
pueblo de Lindenfeld.
La serie deja la puerta
abierta a una Cuarta, y no menos interesante temporada. Cierra algunas
historias, mientras que otras las deja un tanto abiertas. Ahora, me parece más
madura, como decía, que las anteriores, más atrevida en las tramas, y en la
relación de sus diferentes personajes, y tiene algún par de giros inesperados,
que son de los que enganchan… Una curiosidad, es que, la inmensa mayoría de los personajes masculinos (no todos, pero si la mayoría como digo), tienen espaldas que miden dos metros y medio de ancho.
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