“El Silencio de la ciudad
blanca” (2019) está basado en un libro que no me he leído, y que nos traslada a
Vitoria, en el País Vasco, donde un asesino en serie, que sigue unos patrones
muy determinados, tiene en jaque a la policía.
En la cripta de la Catedral
Vieja de la ciudad, aparecen los cadáveres de un chico y una chica, de veinte
años, y sin relación entre ellos. Los dos están desnudos y una enorme flor (un
girasol) les tapa los genitales. El asesino, que sigue cierto ritual, hace coincidir
las edades de ambos fallecidos: 20 años, 25, 30… Y, así sucesivamente. El
inspector a cargo de la investigación, corredor nocturno, está muy al
descubierto, por su pasado, y por las redes sociales, y no sabe que el asesino
está realmente cerca de él…
La película es sí, es una
verdadera tarjeta de invitación de la ciudad de Vitoria. La historia no me ha
convencido tanto, ya que, de asesinos en serie rituales, están cine y
literatura llenos. A los cuarenta minutos ya sabemos quién es el malvado asesino,
pero la trama da bastantes vueltas entre carreras por el casco antiguo de la
ciudad, flashbacks y sexo que no viene a cuento. No está mal, sin tirar
cohetes, pero con treinta o cuarenta minutos menos, nos contaría más o menos lo
mismo.
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