No es la primera vez que
me encuentro una cinta con una historia parecida a la de “Patti Cakes” (2017),
aunque esta tiene sus propias peculiaridades, que la hacen ser una película
interesante.
Patti es una rapera, que
vive en un suburbio de Nueva Jersey, con una abuela enferma sin pelos en la
lengua, y con una madre que iba para cantante de Country-Rock-Blues, pero que
se quedó en el camino, y comenzó a empinar el codo cuando su marido la dejó.
Patti es blanca, rapera
como digo, y pesa ciento y pico de kilos. Y tiene un sueño. Un solo sueño.
Triunfar en el mundo de la música, en el mundo del rap.
Sus letras son
demoledoras, son puñetazos de realidad, y sus ritmos pegadizos, cree que le
podrán catapultar, a ella, a y sus dos colegas, al estrellato.
Pero, mientras el sueño
se cumple o no, hay que vivir, trabajar, pagar facturas, y esos detalles anclan
muchas veces sus aspiraciones, la de sus amigos y la de su familia.
No es original en su
narrativa, como os he comentado, pero tiene fuerza. Es una historia que llega,
que tiene inteligencia y está bien entretenida. Para mí, es suficiente.
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