Hablo de la película sin tapujos. Posibles revelaciones, también
conocidos en inglés como spoilers, en
mis comentarios, ya sabes…
“El
Páramo” (Netflix, 2021) es una de esas películas que, de vez en cuando, te
venden los medios, la propia Netflix y la gente que la ha visto como auténtica
película de terror, pero que a mí se me ha hecho cuesta arriba prácticamente desde
el principio.
Ojo.
La película tiene buena fotografía, buenas actuaciones, buena música y puesta
en escena, pero al metraje le sobra perfectamente sus treinta o cuarenta
minutos, ya que el espectador está esperando durante mucho tiempo que suceda
algo, y tarda en suceder, y la trama te mantiene a la espera, y a la espera, y
hay preguntas que no sabe, o no quiere responder. La palabra “Diego”, se dice
219 veces, si no he contado mal.
En
la narrativa estamos en la España del S.XIX, o en la Extremadura de hace
sesenta años, vete a saber (las armas que aparecen, me han desconcertado un
poco). En un punto indeterminado, diría. En mitad de un páramo, en medio de la
nada, tenemos a una familia de tres miembros: Padre, madre e hijo pequeño (el
niño que susurraba a los conejos).
Afuera,
rodea a la tosca casa de piedra y techumbre irregular, una serie de postes con
fetiches, a cierta distancia, a modo de protección. Al parecer, ya desde casi
el principio, te enteras de que hay una extraña criatura, llámala deidad celta
suelta, tótem lusitano o extraterrestre raro (aunque yo sospecho que es un
representante de alguna compañía telefónica o eléctrica), que acecha a la
familia. Si la ves, te acabas suicidando, que es lo que le pasa a un tipo que
llega a la casa medio herido, solo para volarse media cabeza en cuanto se
recompone un poco.
Con
la excusa de llevarse al muerto, devolverlo a su familia, el padre se quita de en
medio para no volver. Y la madre comienza a perder la cabeza como si hubiese
estado viendo “Sálvame Deluxe” durante quince minutos.
El
ente acecha a madre e hijo durante mucho tiempo. De hecho, la madre reparte
tiros a mansalva cada quince minutos, y poco a poco, ambos se van quedando más
en la casa, que ríete tú de los Últimos de Filipinas.
Finalmente,
la criatura, se adentra en la casa, después de más de una hora y pico de
metraje, posiblemente para venderles algún timo. De dicho encuentro, la madre
sale mal parada, y el nene le echa cojones a la criatura, que no se espera que lo
afrenten a base de fuego purificador.
En
el epílogo, tenemos al nene llevando en carretilla a su moribunda madre, hasta
una ciénaga cercana, donde su cuerpo se hunde, mientras que él abandona las
lindes de postes protectores, como en la película “El Bosque” del amigo Night,
para largarse de allí cagando leches…
Resumiendo, y mucho: Es un querer y no llegar. Larga de narices, con buenas actuaciones (el crío lo borda), pero con un monstruo que no convence, y con muchas preguntas sin responder. La dejo a vuestra entera elección.
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