En
mi deambular por Netflix, me he encontrado con “Misa de Medianoche” (2021),
que, sin ser una serie (de siete capítulos) para tirar cohetes (Spoilers a partir de aquí) tiene un par de puntos
buenos…
¿De
qué va? Tenemos una típica isla estadounidense, que ha conocido tiempos
mejores: Crockett Island. Son una comunidad pesquera, con una pequeña iglesia
católica de madera, y gente “guapa”.
El
cura del lugar, que es bastante viejuno, se larga a una peregrinación a Tierra
santa. En una tormenta de arena, lo más normal del mundo, se refugia en una
vieja iglesia, donde habita un vampiro (que equivoca con un ángel del Señor,
por su extrema belleza y proceder), que le mete un muerdazo en todo el cuello.
Cuando
despierta, resulta que el tipo ha rejuvenecido unos 70 años. Total, empaqueta,
y con nueva imagen, se trae al vampiro a la isla, pasando por un nuevo cura que
está sustituyendo al viejuno (una tipa de 90 años, un poquito mal de salud lo
reconoce a la milla nada más llegar). El vampiro hace turismo por la isla
matando doscientos gatos, que reparte por la playa descuartizados buscando una
performance, y al único perro de todo el islote.
Mientras
tanto, el cura, con la sangre vampírica, celebra Comuniones, transformando a
gran parte de los habitantes, y radicalizando su sentimiento religioso, ya que
la sangre vampírica lo mismo te cura una enfermedad terminal, que te borra un
embarazo, te rejuvenece o te baja la factura de la Luz. Auténticos milagros.
Durante
cuatro o cinco episodios con mucha dosis de testamentos, citas religiosas y
beatas locas, no sucede mucho más hasta que el vampiro, que ha acabado con
todos los gatos, comienza a dar la cara más a menudo, y el cura se da cuenta de
que la luz solar le afecta a la epidermis, las cruces también (según el momento, o episodio).
Con
la ayuda de la loca bíblica de turno, llegan a la conclusión de que tienen que
presentar al vampiro, digo al Ángel del Señoh, a la Comunidad. Y en una Misa de
Medianoche, en la cual está casi todo el pueblo presente, incluidos el Sheriff
que es musulmán y su hijo, se traen a la criaturita, vestida de marinerito, con
su calva, sus colmillos y sus alas de murciélago a repartir sangre, como nunca
se había hecho por aquellos lares.
Estamos
en el último capítulo, y no sé sabe bien si los disparos, la desconfianza de
los lugareños o el nerviosísimo propio de la criatura, que está a base de
Sumial y Trankimazin de 5 kilos desde que la isla ha perdido a su población
felina, despierta la curiosidad del vampiro por convertir a toda la isla en sus
acólitos, chupasangres, saltándose todas las normas sanitarias del coronavirus.
A él con esos escenarios sanitarios… Como que no.
Al
final, reduce notablemente la pirámide de población, mientras se acerca el
amanecer, y quedan por ahí los dos que menos te esperabas, casi secundarios,
mientras que te preguntas si habrá Segunda Temporada en la que la criaturita
hace la Confirmación.
Lo
mejor: El séptimo episodio. Lo peor: La historia se puede contar en cuatro
episodios, le sobran reflexiones filosóficas y religiosas y le faltan más
perros.
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