Con la primera escena de
la película francesa “Lucha de Clases” (2019) ya sabes que estas ante una
comedia, con cierta acidez, y con cierta crítica sutil. Un tipo de una
inmobiliaria le dice a una pareja, (él, un batería punk y anarquista, ella una abogada
árabe laica), que la casa que quieren vender, está valorada en 450 mil leuros.
Él dice: Nos costó 200 mil, y la venderemos por 200 mil. Y el de la
inmobiliaria se pone a regatear, para que la vendan más cara…
Sofia y Paul, que es la
pareja, son antisistema (más él), e intentan vivir según esos ideales, pero no
paran de caer en continuas contradicciones que no saben explicar en muchas
ocasiones. Quieren luchar contra el sistema, pero son parte de él, les guste o
no, en una Francia multicultural.
Un día, su hijo Corentin
(Cocó), sufre un choque cultural. En su colegio público hay musulmanes y
cristianos, pero él, por sus padres, es ateo, y eso le causa un trauma. Parte
de sus amigos se van a otros colegios, porque la educación pública hace aguas,
y ellos incluso se lo plantean, pero sus pensamientos chocan continuamente con
la sociedad que les rodea, Corentin es uno de los grandes perdedores de la
historia…
Es una película
divertida, llena de buenos e inteligentes puntos relacionados con la hipocresía
de la sociedad, no ya francesa, la general. La he disfrutado mucho, aunque no
sea para tirar cohetes.
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