sábado, 2 de septiembre de 2017

Saint Seiya Omega


        Durante los últimos seis meses, como fiel seguidor de todo el Universo “Saint Seiya”, desde hace poco más de treinta años, he estado tragándome, a pesar de las críticas negativas, la serie “Saint Seiya Omega”, emitida entre 2012 y 2014. Por falta de tiempo, no le había metido mano antes.

        La serie está dividida en dos partes, bastante bien diferenciadas, por su temática y calidad: La primera parte, que es bastante mala, consta de 51 episodios, y ocurre unos quince o veinte años después de los acontecimientos del santuario. Aquí, el malvado Dios de turno es Marte, representado como una Tv de plasma con una cerilla en la cabeza. Nos cuentan la trola de que las armaduras ahora son de portar y llevar, en cómodos colgantes y pulseras en forma de piedra, desde que un meteorito cayó en la Tierra y los caballeros se especializaron en dominar los Siete Elementos del Cosmos: Viento, Fuego, Agua, Tierra, Trueno, Luz y Oscuridad. Unos elementos son más efectivos que otros, pero cada caballero debe especializarse en dominar uno de ellos, y para eso, Atenea ha inaugurado un internado llamado Palestra, donde los caballeros y aspirantes, van a darse hostias para aprender sobre dicha temática. Entre los profesores encontramos, entre otros, al Caballero del Oso, e intentando adivinar su elemento, a Ichi de Hidra, que aparece como un auténtico idiota a lo largo de toda la serie.



        La nueva generación de caballeros, renegados al no convertirse a las órdenes de Marte, deberá luchar y acabar con Marte, sin la ayuda de los demás caballeros, eliminados o pasados al bando de Marte (menos Kiki de Aries y Seiya de Sagitario entre los dorados). El nuevo Pegaso es un pelirrojo criado desde pequeño por Saori Kido, Koga. Acompañado esta vez por Soma de León Menor, Yuna de Águila, Haruto de Lobo y Ryuho de Dragón (del que se dice en un principio que tiene una debilidad física, pero que se le cura milagrosamente). Tras la derrota de Marte y de un tal Apsu que posee a Koga, al grupo se le añade Edén de Orión.


        La segunda parte de Omega es la interesante, a mi parecer. Comienza con la misión no cumplida por Seiya de matar a la diosa Palas, que es una niña, antes de que le entre la edad del pavo. Seiya, por pena, no la mata, y se monta un buen tinglado. Pues Palas, hermana pequeña de Atenea, planea matar a su hermana, y rodeada de poderosos guerreros Palacianos, comienzan a detener el tiempo en la Tierra. La segunda parte consta de 46 episodios. Aquí vemos como los antiguos caballeros del Lobo y del León Menor, se han reciclado en reclutar y entrenar a jóvenes sin cosmos para convertirlos en Caballeros de Acero. Es decir, en carne de cañón. Atenea perdona a gran parte de los caballeros traidores, entre ellos a Tauro, que es un delincuente de mucho cuidado, o a Fudo de Virgo, pero no a Paladox de Géminis (por tener más tetas, pelazo, y estar desequilibrada mentalmente hablando).

        En esta segunda parte, las armaduras evolucionan, y vuelven las clásicas cajas de metal para llevarlas en la espalda con las consiguientes contracturas. Al grupo se une un locuaz joven, Subaru, un caballero de acero, que llegará a ser el caballero del Caballo Menor y algo más, mucho más…


        El caso es que, después de seis meses, entiendo perfectamente a los fans y aficionados a los cómics y a la serie clásica. Omega defrauda bastante… Mucho… En su primera parte. Pero parece enderezarse en la Segunda, con la aparición estelar de los caballeros de la generación anterior (Dragón, Cisne, Andrómeda, Fénix, Unicornio, etc) y con nuevas y trepidantes batallitas.



        Eso sí, hay momentos delirantes, cuando por ejemplo, los protagonistas se ponen a trabajar sirviendo mesas en un local, Haruto de Lobo se mete a cantante de Rock o Andrómeda a Jedi en mitad de un desierto… Pero bueno, todo sea por seguir el Universo Saint Seiya que tan buenos ratos nos ha hecho pasar. Lo dejo a vuestra elección.

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