Con
“Una señal invisible” (2010) me he llevado una pequeña decepción. Mona es una
chica a la que le gustan las matemáticas. Su vida gira alrededor de los
números, ¿El culpable de esta afición?, su padre, antiguo profesor de matemáticas
que, cuando Mona tiene diez años, sufre un ictus.
La película comienza con un magnifico corto de
animación, pero poco a poco va perdiendo fuelle. Mona no quiere irse de casa, y
prácticamente, su madre la echa un buen día. Pronto encuentra trabajo de
profesora de matemáticas, sin buscarlo y sin ser licenciada. Sus clases son más
bien caóticas, hasta el punto de que llega a comprarse un hacha para llevársela
a clase (yo aún no he llegado a esos extremos). Y la película pierde interés a
pasos agigantados.
La vana ilusión de encontrarte con una película
de cine social, o que despierte un interés por las matemáticas, se desvanece en
un guion en el que no ocurre nada. El personaje de Mona (Jessica Alba) está con
un continuo careto de no enterarse de nada, vivir en Babia, con dos coletas que
solo te favorecen si tienes siete años, y con serios problemas afectivos y de
inseguridad, que resuelve dando golpes a la primera madera que se encuentra.
No
engancha con el espectador, no sé dónde querían llegar o cual era el objetivo
de la película. Se trata de un dramón de mucho cuidado, las enfermedades están
siempre presentes (ideal para un hipocondriaco como yo) pero ni con los
flashbacks, ni con el rollo indie neoyorkino despega…
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