Hace
tiempo que no me tragaba una serie de una tacada, pero eso es precisamente lo
que he hecho con esta “Westworld”, basada en la mítica película de Michael
Crichton de 1973.
“Westworld”
es un parque futurista, con una temática basada en el Lejano Oeste americano.
En dicho parque unos robots, unos androides perfectos, los anfitriones, viven
en un continuo bucle. Su misión es ser matados (o follados) por los huéspedes humanos
que visitan el parque.
Los humanos llegan al parque de vacaciones.
Asumen un rol de los muchos que los diferentes anfitriones les ofrecen: Cazar a
un bandido, encontrar un tesoro, atracar un banco… En este ambiente pueden
liberar todos sus instintos, normalmente los más bajos: Matar y trincar.
Después vuelven a sus vidas, como si tal cosa.
Para
los anfitriones, todo es un bucle: Los matan, los reparan, los ponen en
servicio y… Los vuelven a matar. De vez en cuando, se les cambia la
personalidad y se les da otro rol en el parque. Lo malo comienza cuando algunos
anfitriones comienzan a recordar “vidas pasadas”, a pesar de los cientos de
reseteos continuos a los que han sido sometidos…
Con
un buen puñado de premios a las espaldas (sobre todo para Evan Rachel Wood),
buena crítica por parte de los medios y creo que buena acogida por parte del
público en general, Westworld se presenta como una de las mejores series de
2016. La primera temporada consta de 10 episodios, y HBO ya ha confirmado su
vuelta en 2018 con otros 10 que conformarán la segunda temporada.
La
presencia de grandes del cine como Ed Harris y Anthony Hopkins ayuda, en mi
opinión, al interés por la serie. La recomiendo.
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