Will
Eisner quizás sea uno de los autores de cómic del S.XX más icónicos y más
reconocible en sus obras. De familia judía, nació en Brooklyn, Nueva York, en
1917, con 19 años ya trabajaba en el mundillo de la viñeta con historietas muy
buenas. Su trabajo más conocido es, sin duda alguna, “The Spirit”, un detective
enmascarado, sin poderes de ningún tipo, que lucha contra el crimen en Central
City. En 1988 se crearon los prestigiosos premios Eisner del cómic en su honor,
algo así como los Oscars para el cine. Aunque Eisner fue mucho más, os lo
aseguro, un creador nato, con una técnica y encuadre envidiable.
“Contrato
con Dios” es, posiblemente, su obra más íntima. Así me lo ha parecido. De
Eisner solo he leído algunas historias de The Spirit y tengo su “El cómic y el
arte secuencial” desde hace unos años, que considero una obra maestra.
Dividida
en tres partes: Contrato con Dios, Ansia de vivir y La avenida Dropsie. La obra
se presenta como la primera novela gráfica de la historia, aunque ese título se
lo disputa con “El cuarto de Lautréamont” (1874) de Edith&Corcal, del cual
tengo una pequeña referencia de hace un par de años, aunque me hicieron quitar
las imágenes: https://duncandegross.blogspot.com.es/2015/04/el-cuarto-de-lautreamont.html
Sería más bien, la primera de Eisner, escrita en 1978, y que le costó horrores
llegar a publicar, pues nadie se atrevía arriesgarse con una obra tan personal.
Eisner
decía que había mucho de él en Contrato con Dios. Al fin y al cabo, comenzó a
escribirla y dibujarla después de perder a una hija de 16 años de un cáncer.
Comenzó siendo la historia de un judío que hacía un Contrato con Dios, pero que
Dios incumplía al llevarse a su hija (igual que en la vida de Eisner). Este
judío vivía en la avenida Dropsie de Nueva York, y poco a poco, a raíz de esa
historia, se fueron uniendo otras alrededor de aquel hecho, tanto fue la cosa
que Eisner acabó por narrar la vida del barrio entero, desde la llegada de los
holandeses, ingleses en el siglo XIX, hasta pasar por la llegada masiva de
italianos, negros y finalmente hispanos a las calles del barrio.
La
avenida Dropsie va a conocer de todo, desde asesinatos y revueltas, hasta
amores verdaderos e historias de vagabundos y cantantes callejeros. Es la
acumulación de unos ciento cincuenta años de historia aproximadamente, hasta
los mediados de los ochenta en que el barrio, pasto de la droga, los ajustes de
cuenta y las bandas, es casi un viejo recuerdo… Y posterior resurgimiento. Al
fin y al cabo, Eisner asegura en uno de sus personajes que “los barrios no son
los edificios, sino las personas”.
Con
una técnica impresionante, en la cual a veces elimina la escena y otras
directamente la rompe, se ve perfectamente la evolución de la novela gráfica,
más visual y barroca en sus comienzos, más clásica en sus episodios finales.
Con encuadres cinematográficos, con personajes muy expresivos y huyendo del
color en todo momento. Este “Contrato con Dios”, que llegó a concluir en 1995
con su tercera parte no es simplemente la historia de un barrio neoyorkino, es
el fluir de sus habitantes, de los vecinos, sus sueños y soledades, y sus
esperanzas.
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