Bares y Jazz

Desde siempre, de toda la vida, los bares y el Jazz han ido cogidos de la mano. Desde que el Jazz nació, ya maldito, su única, o al menos su primera cuna, fue un bar cutre y pobre donde aquellos músicos negros comenzaron a improvisar, partiendo del blues y el swing, para poco a poco parir, a partir del bebop de los años cuarenta, lo que hoy en día conocemos como Jazz…

Y todo eso, como digo, nació entre las cuatro paredes y la barra de los bares de Nueva Orleáns, al igual que, cuando vino al mundo, se trajo una peculiar literatura bajo el brazo. Inconscientemente, muchos relacionan el Jazz con los bajos fondos, las novelas de detectives y los submundos del hampa… Hoy en día, afortunadamente, el Jazz se ha expandido, literalmente hablando, hacía otros derroteros, más complejos, más seductores, pero aún así, algo no ha cambiado… Y es el vínculo del Jazz con su “moisés”, con los bares, con los clubs…

En Aspanya, tenemos la suerte de poseer una buena serie de locales de visita obligada si sales por ahí: “Jazz Bar Birdland” (Salamanca), Club Jazz Corner (Sevilla), La Cueva del Jazz (Zamora), “Jazz Bar” (Madrid)… Y así una lista que no tengo memorizada, pero si apuntada en un papelito por si paso por allí, algún día, en una fría noche de invierno, donde el único dueño de las calles sea un gélido viento de Diciembre, y el cuerpo te pida un trago de algo…

El caso, ¿Porqué os hablo de bares y Jazz?. Porqué un conocido, que anhela dar el pelotazo en medio de esta crisis del copón, con algún negocio original, me ha comentado:

- ¿Te parece buena idea que montar un bar de Jazz en la ciudad?. –

Y yo, muy sincero, y muy serio, tal como me ha salido del mismísimo páncreas, le he contestado:

- No, que idea más absurda… -