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jueves, 18 de agosto de 2016

El cuento de la princesa Kaguya.


        …Otra obrita maestra del cine de animación japonés. Es un buen comienzo, ¿Verdad?, pero es así como lo veo. Isao Takahata lo ha vuelto a hacer, a pesar de que la sombra de Hayao Miyazaki es bien larga, ya me sorprendió y me hizo llorar como una magdalena con “La tumba de las luciérnagas” y con esta película que os presento en esta entrada, “El cuento de la princesa Kaguya”, vuelve a demostrar que es un tipo sublime. Casi todo lo que viene de Studio Ghibli me encanta, por regla general. Kaguya, por cierto, significa “Luz brillante”.


         La historia está basada en un cuento tradicional japonés, del S.IX nada más y nada menos. Un cortador de bambú encuentra una pequeña criatura en el brote de un bambú. Esta criatura, a una velocidad pasmosa, se transforma en un bebé y rápidamente en una hermosa joven, que sus padres adoptivos llevan a la capital para que reciba una educación, con el fin de casarla con algún noble.

       La chica, bautizada como La Princesa Kaguya, despierta pronto la admiración por su belleza de, no solo los nobles, si no del propio emperador, pero ella no está interesada en ningún hombre, ni los regalos que le hacen (cosa que a su padre de adopción sí parece interesarle). Y eso que en la puerta de su casa se hacen unas colas similares a las del Bernabéu, para verla y para agasajarla. ¿Similares al estreno de una obra de teatro?: No, no… Similares a las del Bernabéu.  Para quitarse moscones de encima, Kaguya les pide misiones imposibles, como por ejemplo, que logren que dejen de emitir “Sálvame”, o que los políticos españoles no roben… Como es lógico, estas misiones no pueden satisfacerse por lo difícil de las mismas. Por rechazar, rechaza hasta al mismísimo emperador. Un buen día, Kaguya asegura que proviene de la luna, y quiere volver a ella, como buena selenita. Lo más normal del mundo.

       Con un dibujo sencillo y que huye de barroquismos o de fondos demasiado superfluos y que, a ratos recuerda una acuarela, y otras tantas veces son trazos rápidos, casi esbozos al carboncillo, la película es, francamente, una delicia en todos los sentidos. Melancólica, onírica, poética, tierna y deslumbrante, es una gran película de animación, a rabiar vamos. La música es perfecta, brillante (de un tal Joe Hisaishi que se sale).



P.D: Tiene un porrón de premios que paso de andar citando. Muy merecidos.

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