miércoles, 20 de agosto de 2014

Yocasta y el extraviado Edipo.

Micho I de Gato dormitaba, la verdad es que estaba realmente cansado. Había estado todo el fin de semana leyendo, escuchando jazz y teorizando sobre el arte contemporáneo europeo. El Patio-Lavadero estaba patas arriba, pero me decidí por recoger el salón, que era un auténtico desastre: Tazas de café, cajas de pizzas y chupitos de absenta, periódicos viejos y discos por doquier. Llevaba en el cuerpo un ibuprofeno, o tal vez dos, cuando tocaron al timbre de la puerta.

          Una mujer, bastante nerviosa, llamada Yocasta, preguntaba si había visto a un tal Edipo. Le contesté que no. Nadie había tocado al timbre antes que ella, y yo no había oído nada fuera de lo común. Yocasta me explicó que lo había dejado hablando en el portal del edificio con una esfinge, mientras ella compraba el cupón de la ONCE (Organización Nacional de Cíclopes Españoles), y cuando volvió, Edipo ya no estaba allí. Deduje que la esfinge debía ser Amparo, la esfinge del rellano.

          Me ofrecí a ayudarla a buscar al tal Edipo, al fin y al cabo, Micho aún soñaba en el sillón del salón, y ella me lo agradeció de todo corazón, tenían que coger un autobús hacia Tebas, y no podían perder mucho más tiempo…