Casi olvidé de dónde veníamos… A los pocos días de llegar a la maravillosa y paradisiaca isla de Alborán, sus milenarios habitantes, los tranquilos y reflexivos lotófagos, nos ofrecieron ricos manjares vegetarianos, realizados con la flor de loto que crece por aquellos parajes, envidia de la gastronomía mediterránea.
Así, teníamos para desayunar, tostadas con loto, zumo de loto y churros de loto. Para comer, loto a la Alborán, loto asado, guisado, cocido, refrito, hervido loto a la Tex-Mex, o loto a la portuguesa, loto dorado, etc… Y solían ofrecernos, en la cena, sándwiches de loto, pinchos de loto, tortilla de loto, agua de loto… Y otras suculentas viandas que Micho, pícaramente, extraviaba debajo de la mesa (no en vano, como buen gato anarco-capitalista aburguesado, no suele comer nada que no sea de la Marca LIDL), pero que yo devoraba con el ansía característica del turista dominguero que apenas sale de la Extremadura Profunda, cansado del jamón de pata negra y el licor de bellota (ya os gustaría, esto último es una licencia sarcástica :D … )
A los pocos días, apenas recordaba mi propio nombre, las noches y los días se fundían en uno, y mi única obsesión era el loto, poco a poco, fui perdiendo parcelas de mi memoria… Difícilmente recordaba cuando, siendo niño, me caí en una marmita llena de aceite de colza, o cuando me encadené desnudo a las puertas del Ayuntamiento de Badayork mientras gritaba “Guerra NO”, mis láminas deconstruvistas, mis cuadros neofauvistas, a Eduardo Punset y su anuncio de Bimbo, la constelación a la que pertenezco (¿Cuál era?, solo recordaba que era un cazador…), y los Pronunciamientos y Alzamientos Revolucionarios de Michel IV de Gato, o las Tesis Económicas de la Escuela Austriaca de Micho I de Gato…
Cuando Micho I de Gato me dijo que era hora de volver al Patio-Lavadero, casi ni le reconocí. Como tampoco reconocí a la divina diosa, mi Atenea, la de glaucos ojos, cuando se presentó ante mí, majestuosa ella, crisoelefantina, con la broncínea lanza en la mano, el peplo jónico, el escudo con los relieves de la Guerra de Afganistán y la toma de posesión de Obama ricamente labrados, la brillante Niké en uno de sus hombros y el diarreico búho en el otro…
Ido, alucinado y hechizado por el loto, solo le pude entender oír pedirle paciencia a Micho que maullaba lastimero junto a mí. “No te preocupes, Oh, Micho, el de los ojos de sierpe…”, le dijo la sutil Atenea, “…Con este brebaje, el gran Duncan de Gross, volverá a su sino…”, y sujetándome la testa, me hizo ingerir un líquido verde, reconstituyente, que como llamarada, quemó toda la vagancia del loto en mi organismo, devolviéndome a mi estado natural, de manera milagrosa… Con lo que, consciente de la situación, pude salir a tiempo de Alborán, la joya marítima, trampa mortal del visitante y de los tour-operadores, antes de quedar ligado para siempre a su extraña gastronomía y a sus monolíticos ágapes, y con la ayuda de Micho I de Gato y mi deidad que me cobija de los males modernos, huir de vuelta en el primer vuelo a Badayork…
¿Qué cual es el nombre de este prodigioso mejunje?: Absenta, por supuesto…