lunes, 21 de junio de 2010

jueves, 17 de junio de 2010

Tú no sales así de casa...Meoww!!



...A mamá no le gustó que el pequeño gatito nos saliera tan moderno con el sombrerito en la cabeza, ¿Solución?, un buen soplamocos...Lo peor es que ahora la pueden denunciar y la Junta se plantea retirarle la custodia del minino por malos tratos...

martes, 15 de junio de 2010

Los Mimos Gemelos.


Micho insistió en varias ocasiones. “No seas roñoso Duncan, dales una moneda”, pero a mí no me hacía gracia ver a los dos mimos de cabellera geométrica, gemelos para más señas, totalmente hieráticos, casi desnudos y con esos enormes ojos almendrados y una extraña sonrisa arcaica en la puerta de nuestro edificio. Los había visto ya varias veces durmiendo en la escalinata del templo Nuestra Señora de la Hera de Badayork alguna que otra vez. Cleobis y Bitón se ganaban la vida descargando camiones o haciendo el mimo en el primer lugar adonde arribaban. La mismísima Amparo, la Esfinge del Rellano, los observaba inquieta desde el pie de la escalera, siseando maldiciones apenas inteligibles. Y allá veríais a mi compañero del club de tiro con arco, Apolo, pasar por delante de ellos sin inmutarse, y a su hermana, mi suspirada Diana, que charlaba animosamente con Ulises, mi monitor. Y Sísifo, absorto, arrastrando su enorme maleta en dirección al bus mientras Aracne, la modista, los oteaba desde la puerta de su establecimiento de mercería…


Rendido ante la pesadez de Micho, me acerqué al platillo de metal que había junto a los pies de los gemelos, había varias monedas de diez y veinte céntimos y un par de cincuenta también. Saqué un euro resoplando y lo deposité en el platillo diciéndoles: “Estaríais mejor buscando trabajo por las Vegas del Guadiana”, pero los gemelos no contestaron. Cuando oyeron el tintineo de la moneda al caer en el platillo hicieron un fugaz Moon Walker simétrico que hizo las delicias de Micho, que maulló de contento, y enseguida volvieron a quedarse quietos, completamente rectos, con un el pie izquierdo más adelantado que el derecho, ambos con aquella enigmática sonrisa y con los ojos almendrados clavados en el sol que se ponía al final de la Avenida…

martes, 8 de junio de 2010

El Principio de tu Fin.


Superábamos los treinta grados de temperatura perfectamente. El bar estaba completamente vacío, pero en la terraza delantera, recién regada a manguerazo, había una buena sombra. Le pregunté al tipo que si podía llevarme el café a la terraza mientras cogía la prensa local de encima de la barra. No me puso objeción ninguna.

Los gorriones revoloteaban alrededor de los pequeños charcos de agua que se habían formado, y el frescor de las plantas de la terraza, fundamentalmente enredaderas, se agradecía. La portada del periódico hablaba de victorias deportivas locales y de escándalos políticos. En mitad de mi lectura, llegó un coche azul hasta el aparcamiento cercano, creo que era un Citroën Picasso. En un principio no reparé mucho en su presencia, pero me llamó la atención que el vehículo se parara justo en medio del aparcamiento, sin tomar cualquiera de las plazas libres. Dejé el periódico encima de la mesa y pude ver como un tipo que había bajado, sin apagar el motor, daba la vuelta por detrás y abría una de las puertas laterales, la que daba justo enfrente de mí.

Del coche se bajó jovial y jocoso, un perdiguero negro azabache, que movía el rabo continuamente de un lado para otro mientras olfateaba el suelo. Entonces, el tipo del coche, que rondaría los cuarenta años, cerró la puerta y volvió al asiento del conductor. Arrancó y se perdió de mi vista.

Allí, en mitad de la nada. El perro se quedó mirando la huida ruin sin dejar de mover el rabo ni un solo instante. No creo que el animal tuviera más de dos años. Le di un sorbo a mi café, ciertamente inquieto, ya que no estaba acostumbrado a presenciar escenas tan deshumanas como la que había tenido el dudoso placer de observar. El perro estuvo a pleno sol alrededor de unos diez minutos, después se vino a buscar el refugio de la sombra entre las enredaderas de la puerta, sin dejar de mover el rabo, y sin quitarle la vista a la carretera. Es el principio de tu fin, compañero – fue realmente lo que pensé. Y me entristecí mucho ante aquella estampa de fidelidad y amor animal claramente vilipendiada y pisoteada por un cobarde. Absorto estaba en mis pensamientos cuando la voz del camarero, tras de mí, me sobresaltó: Esto pasa casi todas las semanas, comentó. Distinto coche, distinto tipo, distinto perro, misma historia… Me imagino, le respondí intentando ocultar mi rabia, mi tristeza y mi congoja, y de un sorbo me terminé el café.
P.D: "El Principio de tu Fin" está basado en una historia real que me ocurrió la semana pasada. Micho I de Gato me recomendó que sería un buen Relato Corto para una próxima publicación y, entre los dos, le dimos forma hasta quedar tal cual lo presentamos en el blog. Espero que os guste y, sobre todo, os haga reflexionar... Besotes&Absentas.