Sobre gustos hay mucho escrito, pero poco editado. Maullando desde 2008... Somos el blog extremeño de entretenimiento, activo, más longevo, hasta la fecha: Con reseñas de cómics, libros, películas, series, gatos, y asuntos varios (relatos cortos y reflexiones). Con más de 3000 entradas publicadas, y 500 etiquetas de todo tipo. Bienvenid@ al Patio-Lavadero.
lunes, 26 de abril de 2010
El Vuelo de Altaris
jueves, 22 de abril de 2010
¿Qué es para ti la felicidad?
martes, 20 de abril de 2010
El Violinista en el Tejado
“No paro, Micho.“ le comenté echándome a su lado. “Entre exámenes, reuniones y viajes… No tengo ni un minuto para escribir en Arte Extremadura o estudiar las oposiciones, y comienzan el 25 de Junio…”. Micho ladeó la cabeza, olfateando con su hocico el aire. “Te veo de nuevo en el paro, Duncan de Gross.” Maulló. Y la sola idea de verme de nuevo buscando trabajo hizo que un escalofrío me recorriera la medula espinal de arriba abajo. Eso y que me había apoyado encima de una piedra. “Míralo por el lado bueno…”, susurró Micho enigmático, “…Volverás a vivir intensamente la boheme de nuevo. Nuevas performances, nuevos cuadros y poemas… Y, en circunstancias extremas es cuando Clio, la ligera de ropa, te dicta al oido las mejores historias...”, remató mientras se levantaba, y con la elegancia que un gato frac puede tener, se dirigió a la puerta. “¿Qué vamos a ver esta noche?”, preguntó jovial, cambiando radicalmente de conversación. “El violinista en el Tejado”, le contesté incorporándome. “Bien, parece interesante.” susurró, y su sombra desapareció tras la esquina del pasillo.
lunes, 12 de abril de 2010
La Mecánica del Corazón.
jueves, 8 de abril de 2010
lunes, 5 de abril de 2010
El Vellocino de Oro
Volvía de hacer la compra (pan y latas de atún básicamente), aprovechando los primeros rayos solares primaverales que asoman por la vetusta, cateta y provinciana ciudad de Badayork. Por la acera de enfrente me pareció ver a la hermosa Perséfone que, de la mano de su madre, observaba entusiasmada los dorados Gatos de la Suerte del escaparate del Chino de la Avenida moviendo, hieráticos y misteriosos, sus patitas en un balanceo casi hipnótico. De su marido el Juez, y sus acólitos, no había ni rastro. Aracne pasaba la escoba en la puerta de su Mercería y me dedicó una sonrisa a modo de “Buenos Días”.
Más adelante un sudoroso Sísifo arrastraba su enorme maleta, como a diario, hacía el misterioso autobús que lo lleva a su incierto destino. Un grifo surcaba el cielo, impasible, con un enorme e infeliz borrego entre sus afiladas garras. “Un día normal en Badayork”, pensé, mientras arrancaba un trocito de baguette y me lo llevaba a la boca. Entonces fui testigo de un hecho insólito. Un joven discutía, acaloradamente, con un hombre-anuncio de “Compro Oro” el precio de un vellocino compuesto, al parecer, del codiciado metal. El hombre-anuncio decía que era una vulgar imitación, y el joven contestaba que no podía mal venderlo, que necesitaba el dinero y quería más de lo que le ofrecían. Al parecer, un gato le había llegado a ofrecer el doble de lo que le daba el hombre-anuncio y había rechazado su oferta. Muchos viandantes, entre los que se encontraba mi adorada compañera del Club de Tiro con Arco, Diana, y el engreído de su hermano, Apolo, comenzaron a formar un círculo irregular de curiosos alrededor de los dos hombres. Unos decían que el hombre-anuncio tenía razón y otros que el joven, de nombre Jasón, estaba siendo timado. Al final, cansado del show callejero proseguí mi camino. Cuando llegué al portal de nuestro piso, Amparo, la esfinge del rellano, se me acercó ufana y con ojos inhumanos me siseó un enigma sencillo: “Si me nombras desaparezco, ¿Quién soy?”. “El Silencio”, respondí con una media sonrisa que presentaba, desde mi perilla, mi maltrecha mandíbula empastada. Satisfecha, se retiró dejándome el paso libre, y se acurrucó en el hueco de la escalera, a la espera del cartero o de algún inquilino al que abordar. Cuando llegué a casa, Micho I de Gato leía en el Salón “Los Subterráneos” de Jack Kerouac. “No te vas a creer lo que ha pasado cuando te fuiste esta mañana”, me maulló enigmático, “No me lo digas”, le interrumpí mientras me preparaba un chupito de absenta en la cocina, “Un tipo te ha intentado vender un Vellocino de Oro, ¿A qué si?...”.