martes, 31 de marzo de 2009

La Vuelta de Persefone


…Esta mañana regresaba de comprar churros, un poco perdido aún por el cambio horario, cuando la he vuelto a ver. Su presencia hace que el corazón de los mortales se estremezca, y que el mío particularmente se llene de jubilo y optimismo, de una felicidad inaudita, todo es beldad a su alrededor…



Después de mucho tiempo he visto sus ojos y su pelo de color miel, su bronceada piel, su sonrisa sincera y su tipazo… He vuelto a ver a la chica más guapa del barrio, hacía unos cinco o seis meses que no la veía, que no sabía nada de ella, hoy he vuelto a ver a Perséfone…



Iba sin su marido, ese juez huraño y receloso de Hades que para a tomarse copas en Orfeo´s y a escuchar jazz mientras susurra, tétrico, sus asuntos, con los enchaquetados y encorbatados de Radamantis, Minos, Éaco, Tánatos e Hipnos…



Llevaba un vestido floreado que insinuaba unas preciosas piernas y se paraba con las caras conocidas que la abordaban para saludarla y besarla en la mejilla, y ella radiante y jovial, comentaba su ausencia, su estancia en Buenos Aires, en los Ángeles…



Con sus cálidos “Buenos Días” y su olor a flor de jara, alegra los corazones de todos con sus palabras que hacen que todo fluya a su alrededor, jolgorio renacido mientras va de la mano de su afectuosa madre, Deméter, que la mira con un profundo amor maternal, como aquella que ha perdido una hija, arrebatada, sumida en un dolor invernal y que súbitamente la ha recuperado, floreciendo en ella una auténtica y añorada primavera que hace que las estrellas de Orión brillen con más fuerza en el firmamento de los encinares cercanos…

lunes, 30 de marzo de 2009

Come Into my Life


Hoy ha sucedido algo inaudito. Muy extraño. Hacía años y años que no me ocurría. Me he levantado Tecno-Dance, con unas ganas de marcha impresionante, y claro, para bailar nada mejor que esta canción y este video de Gala que cumplen ahorita, este próximo año, veinte años. Casi ná.

jueves, 26 de marzo de 2009

Echando Currículo en el Chino...


Hoy volvía de una entrevista de trabajo, de una oferta que vi en una de esas páginas de Internet que te ofrecen empleo a un clic de ratón. Rechazado, como siempre, cuando me he parado ante la puerta de uno de esos bazares chinos que te ofrecen duros a cuatro pesetas, vistosos productos, mágicos colores y sonrisas que apenas entienden tu idioma…



Venía reflexionando, incapaz de comprender porqué me habían rechazado mi CV, creía que cumplía con el perfil para limpiador de cristales de una sucursal bancaria. Pero deben haberse vuelto muy exigentes, y mis dos hojas donde narro mi licenciatura, mis catorce cursos relacionados con la Educación Secundaria, mis cinco de portugués de diversos niveles y mi amplia experiencia como dependiente de ferretería les han tenido que parecer insuficientes para el noble arte de la limpieza cristalaria, encima que alquilé Karate Kid para recordar como el viejo maestro oriental enseñaba a su aventajado y torpe alumno a limpiar con bayeta…



Quizás ha sido mi indumentaria, la imagen hace mucho. Me he presentado con vaqueros Carrefour (9,95 euros en oferta), unos viejos zapatos Springfield (29,70 euros en rebajas) y camisa Dustin azul celeste (heredada)… O quizás no les ha hecho gracia la foto del CV, realizada en un foto-matón en los carnavales del año pasado, donde aparezco borracho, (bueno, digamos que borracho es una palabra muy fuerte, ebrio suena mejor) asido a un pobre Michel IV de Gato disfrazado de Stalin.



Abatido, se me ha ocurrido una genialidad, propia de una mente esquizoide, perturbada o desesperada. Me he metido en el bazar chino, y tras unos Buenos Días educado y galante, remachados con mi mejor sonrisa empastada hasta la saciedad, coronada por una cuidada perilla, he ofrecido a la señora china-dependienta mi Cv, recién rechazado con asombro y estupefacción por los entrevistadores bancarios que seguramente ya estén estrechando la mano de algún Doctorado en Filología Clásica más capacitado que yo para limpiarles los cristales.



Ante mi asombro, la china-dependienta, una señora de unos cincuenta años y pelo negro azabache recogido en un mono atravesado con un característico y cultural palillo, me ha rechazado, igualmente, mi Cv, sin ni siquiera míralo, sin hojear aunque sea un poquitín mis trabajadas credenciales, a voz de:


- Nooo, Cu- rrí-cuuu-looo nooo, no trabajo, chino no trabajo, mucha crisis, no trabajo, no Cu-rrí-cuuu-looo… Mientras realizaba ancestrales ademanes con las manos que me invitaban a regresar por donde había venido.



Una vez en la puerta, asombrado por la facilidad con la que soy rechazado laboralmente hablando, sin rechistar palabra, he comenzado a andar por la avenida, cabizbajo, acompañado solo por mis silenciosas e inquietas miodesopsias, por cierto, cada vez más numerosas, con la mirada puesta en aquella pequeña foto pegada en el extremo superior derecho de la primera hoja de mi CV, melancólico y nostálgico, hasta que he llegado a las puertas, majestuosas y automáticas, de un Burguer King, donde alegres niños y niñas de coloridos atavíos devoraban felices sus menús infantiles ante la tierna mirada de sus progenitores (seguramente entrevistadores bancarios), rodeados de globos de colores y de infantiles juegos alrededor de la recoge-limpia-mesas que enseguida he reconocido como una antigua compañera de carrera: “Que suerte tienen algunos/as”, he musitado triste, resignado y envidioso, y con el pensamiento residiendo en algún episodio de mi pasado, he vuelto a caminar en dirección a casa mientras silbaba “La Canción de los Errores”…

miércoles, 25 de marzo de 2009

¿Qué me estoy leyendo?


Este mes ha sido movidito, tengo muchos libros pendientes para leer, sobre todo de la lista que me hice con vuestras recomendaciones del mes pasado.



Este mes me he leído “Camino de los Ángeles” de John Fante, una alocada historia sobre un tipo italo-americano, que quiere ser escritor, obsesionado con matar cangrejos y con las revistas eróticas, a pesar de que es la primera novela de Fante (1.937), sobre uno de sus alter ego, Bandini, me ha parecido moderna, chispeante, y con pasajes en los que te tienes que reír por el esperpento surrealista que describe…



Después le ha llegado el turno a dos libros regalados sobre Arte y Mitología:

“Neoclasicismo” (Gracias Annaiss), de Jesús Pedro Lorente, donde se resumen muy bien las principales características de esta etapa artística, con una fotografía impresionante. Y “El Pequeño Gran Libro de la Mitología” (Gracias Dama Oscura), donde he encontrado pasajes que me van a permitir mantener más vivo que nunca el Universo que creó Michel IV de Gato y en donde yo aún vivo a través de mi Alter Ego, Duncan de Gross. El libro está genial porque relaciona cuadros y obras artísticas con pasajes mitológicos, una auténtica joyita.



Tras el momento Arte, llegó el turno de Paul Auster y “Un Hombre en la Oscuridad”, un libro interesante sobre dos realidades paralelas. Dos Universos que se cruzan, el de un anciano agónico que vive con su hija y su nieta y que recuerda pasajes de su vida, y el de un cabo que intenta salvar a una Norteamérica que se desgarra por una Segunda Guerra Civil. Mi opinión, me parece que es un libro que va de más a menos, muy intimista pero que merece la pena ser disfrutado…



Ahora pendientes tengo: “Vita” (libro regalado por La Pequeña Candi, Gracias), de Melania G. Mazzucco, que trata la historia de los emigrantes italianos a Norteamérica a principios del S.XX, llevaré unas ciento y pico de páginas y me está gustando, engancha, y esta semana mismamente, a pesar de estar muy mal de dinero, me he agenciado “La Hermandad de la Uva” de John Fante (me he convertido en un seguidor fiel de Fante y P.Auster, y empiezan a influirme los muy pájaros)… y “El violín de Rothschild y otros relatos” y “El Pabellón Nº 6 y otros relatos” de Antón Chéjov, del que tengo muchas ganas de leer algo, ya que me lo han recomendado en algunas ocasiones y el post de Firmin me ha dado pie a comprarlos…



¿Y tú?, ¿Qué te estás leyendo?.

martes, 24 de marzo de 2009

Frasecitas...


He decidido ordenar un poco mis papeles y pasar algunos a limpio, ya que tengo desde pequeñas anotaciones para futuros relatos hasta poemas en servilletas de papel, dibujos a lápiz poco nítidos, etc. Y entre toda la marea que cubre las estanterías han aparecido estas frases que conservaba del Curso de Formador Ocupacional, algunas me han parecido graciosas, o al menos curiosas, y no hay como compartir una sonrisa…



  • ¿Qué tuvo que estudiar “He-Man” para tener el Master del Universo?.

  • Un parto en la calle, ¿Es alumbrado público?.

· ¿Por qué apretamos más fuertes los botones del mando a distancia cuando tiene pocas pilas?.


· El mundo es redondo y le llamamos planeta. Si fuese plano, ¿lo llamaríamos redondeta?.


· ¿Por qué cuando en el coche no vemos algo apagamos la radio? (yo tengo la costumbre, desde hace ya 18 añitos de apagar la radio cuando voy a aparcar).


· Si un abogado enloquece, ¿Pierde el juicio?.


· ¿Qué tiempo verbal es “no debería haber pasado”?, ¿Preservativo imperfecto?.


· Cuando una mujer está en cinta, ¿También está en Compact?.


· ¿Qué cuentan las ovejas para poder dormir?.


· ¿Por qué las ciruelas verdes son rojas cuando están verdes?.


· ¿Dónde está la otra mitad del Medio Oriente?.


· ¿Por qué se utilizan agujas esterilizadas para administrar una inyección letal?.


· ¿Qué se debe hacer si uno ve un animal en peligro de extinción comiendo una planta en peligro de extinción?.


· ¿Por qué cuando llueve levantamos los hombros?, ¿Acaso nos mojamos menos?.

domingo, 22 de marzo de 2009

La Tarde con Áurea.


Acepté la invitación de la chica del yorkshire casi un mes después, y tras una ducha que borrara los efluvios y reminiscencias de la noche anterior, salpicada por varios Dycs y chupitos de absenta con Dionisio y Ariadna, bajé al 4ºB, al pequeño pero coqueto apartamento de Áurea a las cinco y media de la tarde. Llevaba un polo azul con el emblema del Ala-23, unos pantalones de Carrefour (7,95 euros) y mis desgastados zapatos de Springfield (39,95 euros en su día). Me había levantado a las dos y media más o menos y me almorcé media pizza precocinada mientras veía las noticias. Chávez no había mentido, al parecer, había nacionalizado una filial de un banco aspanyol. También dijeron que un tipo había intentado, o violado, a una cajera del barrio, pero no me enteré muy bien…


La tarde se pasó tranquila. Áurea escuchaba con atención, o al menos intentaba ser educada, toda mi verborrea sobre Schopenhauer y como me había influido su filosofía sobre la tragedia de la vida, así como la tragedia final de la obra de arte, en mi demacrada existencia de vida nocturna, arte neofauvista, gatos, conciertos de jazz en el Roseburg y audiciones de Terence Blanchard, resacas de absentas y visitas, cada vez más continuas a comedores sociales, o a talleres de escultores, le hablé de Fineo y de Pigmalión y de mi infructuosa búsqueda de trabajo, de cómo conocí a Orfeo y Euridice en la cola del paro, de la perdida de Michel y mi último encuentro gatuno con Missi en el Motel de Las Vegas (Las Vegas del Guadiana), de cómo esquivo a Laocoonte, el Presidente de nuestra Comunidad de Vecinos al que debo varias mensualidades y de Amparo, la Esfinge del rellano, la cual, al parecer, pasa mucho de Áurea...


Bodegón, el yorshire enano no me quitaba ojo de encima, y de vez en cuando movía la cabeza y emitía un extraño gruñido, casi en morse, que era rápidamente calmado con una caricia en la testa rematada por un lacito rojo del susodicho can, por parte de su ama. Vestía un modelito de Stradivarius (55,90 euros), que combinaba pantalón grisáceo y camiseta a juego, algo muy sencillo, pero elegante, y remataba con unos zapatos negros de origen y precio indeterminado...


La verdad es que hacía tiempo que una chica no me escuchaba. Áurea, educadamente me había servido un café y unas pastas sin azúcar, pero con fructosa, que tenían un cierto sabor a naranja, o al menos eso me pareció. Apenas interrumpía mis pensamientos que atropelladamente regurgitaba, no sé si porque pensaba que estaba loco de remate o porque realmente le interesaba lo que le estaba contando. Su cara, de vez en cuando esbozaba una sonrisa sincera, y en otras ocasiones, sobre todo cuando le detallé mi intención de construir una Iglesia Románica en un cercano descampado, mostraba un esbozo de admiración e incredulidad.


Para mí, la tarde del domingo fue una verdadera terapia. Verdaderamente lo fue. Quizás le estaba contando demasiadas intimidades a una vecina con la que hasta hace apenas un par de meses, no me llevaba muy bien, y a la cual no conocía mucho. Pero pensé: “¡Qué Carajo, Duncan!, si eres capaz de atarte en bolas a las columnas del Ayuntamiento para protestar por La Guerra de Cuba (que fue hace ciento y pico de años), de manera artística, ¿Qué más te da contarle tu vida a una chica que no conoces de nada?, el que no tiene nada, no tiene nada que perder…”. No es lo mismo explayarte con mi confidente, la Gran Diosa Atenea, que al fin y al cabo no deja de ser una deidad inmortal, con la que vas a bodas y tomas café de vez en cuando, que con una humana tan mortal como tú.


Prometiendo que repetiríamos experiencia, Áurea se despidió de mí en el rellano de su apartamento. Yo le dije que encantado la invitaría a un café, (aunque tendría que inventarme una excusa para que dicho café no sea en casa, o pensará que tengo el Síndrome de Diógenes y cierto Horror Vacui resumido en varios cientos de libros, periódicos, revistas y recortes y escritos repartidos por toda la vivienda), mientras Bodegón desde la puerta entreabierta me dedicaba un gruñido final y una mirada de: “Te tengo calado perdedor”, pero a mí me daba igual. Tenía media pizza precocinada aún para cenar.

viernes, 20 de marzo de 2009

La Llamada de Chávez.


Eran las seis de la mañana cuando sonó el teléfono por primera vez. Hacía un par de meses con no sonaba, y menos de esa manera tan insistente. Con la resaca que tenía encima, el metálico sonido me parecía parte de un sueño pesado. A esas horas, con el fuerte dolor de cabeza, mareos y arcadas, que te provoca la absenta, pensaba que la cama caía al vacío desde el infinito de las estrellas, aunque instantes antes estaba convencido de que era Peter Sellers en “¿Teléfono Rojo?, Volamos hacia Moscú”.



La segunda vez que sonó eran las ocho y media de la mañana. Bastante ciego, opté por incorporarme. La habitación se encogía y ensanchaba a su gusto, pero ya estoy acostumbrado, desde hace años a esas sensaciones. Si logras mantenerte erguido, aunque solo sea por un par de segundos, logras ver entre brumas “El Carnaval de Arlequín” de Joan Miró que se desarrolla ante ti como un espectáculo inaudito en la estrechez de la habitación mientras te envuelve “La Danza Macabra” de Saint Saens y un hilo de baba asoma por tus comisuras.



Ataviado con una vieja camiseta de “Galiza Calidade” que utilizo para dormir y sin calzoncillos, lo único que puedes exclamar ante dicha aparición es: ¡¡Bello, Magnifico!!, pero te arriesgas a que los efectos secundarios del hada verde, te taladren la mente con fuertes y súbitos dolores y que se te olviden palabras que antes usabas habitualmente…



No sin esfuerzo, tambaleándome por un pasillo que se me antojaba oblicuo y a ratos menguante, llegué hasta el dichoso e insistente aparato, y torpemente descolgué. Sin decir palabra me lo lleve a la oreja en espera de información:


- ¿Compañero Michel?, ¿Cómo estás compañero Michel IV de Gato?, ¿Aló?, dijo una característica voz, con un fuerte acento latino.


- ¿Quién es?, musite mientras se me caía un poco de saliva en la camiseta.


- ¿Aló?, aquí el compañero Chávez, el compañero Hugo Chávez, Presidente de la Republica Bolivariana de Venezuela, ¿Esta disponible el compañero Michel IV de Gato?, le hablo en riguroso directo desde mi programa “Aló Presidente”...



… Y como pude, le explique la perdida de nuestro compañero y amigo. Chávez, al otro lado de la línea enmudeció:



La Revolución ha perdido un gran ideólogo, una base necesaria y apreciada…”, tronó, “… Pero nunca olvidaremos al compañero Michel, y sus ideales revolucionarios de paz democrática entre los pueblos del mundo…¿Lo saben los compañeros Fidel y Evo?.”, me preguntó. “Ni idea Compañero Presidente”, le contesté llevándome la mano a las sienes que me explotaban con el solo fluir de la sangre por ellas. “…Malas noticias son las que recibo, carajo, últimamente he estado muy ocupado nacionalizando bancos españoles y habíamos perdido contacto con el compañero Michel, pero su perdida no será vana, siempre estará en nuestros corazones y en nuestras revolucionarias mentes como hito de la libertad y de la amistad y enemigo de la estúpida disidencia, que sólo sabe comer, sumisa, de la mano del Imperialismo Yanqui…”.



Y así continuó durante dos horas y media más o menos, pero yo ya no le escuchaba, ni siquiera lo oía… Volvía a los brazos de Morfeo, que no paraba de susurrarme coisas al oído, tirado en el suelo con la boca abierta, junto al teléfono descolgado, mientras que en la hermana Venezuela la multitud aplaudía a rabiar las palabras de Chávez dedicadas a la memoria de Michel IV de Gato que debía estar observando desde alguna estrella no muy lejana…

miércoles, 18 de marzo de 2009

Lagartijas


El chico nos había salido rebelde, y yo me sentía muy defraudado con él. Se pasaba las horas observando las lagartijas del viejo descampado que teníamos tras el edificio, donde se juntaban algunos chicos más. Los hermanos Ruiz, que fumaban porros noche si y noche también mientras escuchaban un estridente heavy junto al Opel Corsa de la madre de ambos. Las niñas que jugaban a la comba y a las muñecas entre rastrojos, y después los ocho o nueve crios que componían la comunidad vecinal. Estaba Esteban Ochoa, hijo de un Guardia Civil muerto en un atentado, ligeramente estrábico y poco hablador, y a los demás no los recuerdo, al menos no sus nombres. Pero todos, del primero al último, eran unos auténticos hijos de puta en potencia, hábiles tiradores de piedra, nada tenían que envidiar a palestinos y libaneses en los años ochenta.



Se pasaban el día correteando de aquí para allá, abriéndose la cabeza con piteras de diversa consideración, cuando no era en el colegio, era en el callejón de la vuelta. Aquello era una locura total de madres que discutían a la italiana, amenazaban a los demás crios con el brazo en alto mientras con el otro sujetaban por las muñecas al propio, que no solía librarse de una zurra contundente. Los domingos íbamos a misa, pero servia de poco.



La misa de los domingos era a las once. Yo no solía ir. Alguna vez si, pero la mayoría de las veces no. Los esperaba, a mi mujer y al rebelde de mi hijo, asomado en la ventana de aquel segundo piso, fumándome un cigarro. Cuando pasaba un capataz del barrio, le preguntaba si había trabajo para mí, de lo que fuera. Descargando camiones, acarreando ladrillos en alguna obra, me daba igual.



Mi mujer le rezaba a una estampa de Santa Gema que teníamos en un pequeño espejo de la habitación. En cuarenta años Santa Gema no se inmutó ante sus ruegos, ante aquellos rezos monótonos a los que la tenia acostumbrada mi mujer. Mi pobre mujer, que a pesar de todo, siempre soñaba con un futuro mejor, y se conformaba con lo poco o mucho que había.



Sin duda, Santa Gema no era nadie al lado de mi mujer, pero a ella no le rezaba nadie. A pesar de buscar, con ahínco, el bien en aquel mar de decadencia y locura, rara vez lo encontraba, pero tampoco perdía la fe.



Así pues, el chico nos salió rebelde. Una calamidad. Una noche, nos dijo, a su madre y a mí, que quería estudiar lagartijas, que quería comprender a las serpientes y saber más de las tortugas. Aquello era una mala noticia y mi primera reacción fue dar las Buenas Noches y meterme en la cama, esperando que no fuera más que una triste pesadilla y que el nene nos dijera lo que yo quería realmente oír: Quiero ser Albañil, y que se tatuara en el brazo algún escudo de fútbol o la foto de la cabra de la Legión.



Pero la mañana llegó y el niño estaba más decidido que nunca. Tremenda la monté cuando la madre se gastó esa misma semana lo poco que nos quedaba en un magnifico libro ilustrado sobre reptiles. Tres días tardo en leérselo, y al cabo de tres semanas ya lo había prácticamente memorizado.



Mientras sus compis de patio crecían y se iban metiendo en la droga, en la heroína concretamente, él, que nos había salido rebelde, se bebía libros enteros de Zoología, de todo tipo de bicheria.



Su madre falleció, con la postal de Santa Gema en la mano una mañana de abril, dos meses antes de que el niño, años después de leerse aquel libro, acabara Biología. Entonces comprendí que quizás aquella Santa había tenido algo que ver. Mi mujer murió en paz, con ella misma, y con todos los que la rodeaban.



Pocos años después, mi hijo se sacó Veterinaria, y empezó a ejercer, de biólogo y de veterinario, y comenzó a dar conferencias en universidades y a dar clases, y en mi lecho de muerte, ubicado en un atestado Hospital Provincial, cuando se acercó a mi, y me preguntó si estaba orgulloso de él, le dije la verdad: No hijo, yo quería que hubieras sido Albañil.




P.D: "Lagartijas" forma parte de los cincuenta o sesenta "Microrelatos Ineditos" que tengo por ahí, en carpetas y estanterias que habrá que ordenar algún día (fundamentalmente porque ya se me viene todo encima), y que está dentro de lo que mis recientes críticos llaman "Realismo Sucio Ej-tremeñu" o "Pasotismo Ilustrado". Cuando vaya encontrando algo que merece la pena, lo pondré por aquí. Bloodys y Absentas.

lunes, 16 de marzo de 2009

Missi


Conocí a Missi en Las Vegas (Las Vegas del Guadiana). En un motel de carretera en algún punto entre Gévora y Montijo. Era la una y media de la madrugada, y me dio por conducir sin rumbo aparente. En el coche, desde un viejo Cd que funciona aún de milagro, Don Cherry y Martin Blanes me hablaban de brumas, de los ritmos solitarios de un jazz que no me canso de oír…


Estacioné en el parking delantero del motel, junto a otros vehículos, saqué mi petaca de absenta (ya sé que es una imprudencia, pero necesitaba un sorbito) y me quedé hierático, apoyado en el capo del Grajo Milenario (mi habitual vehiculo) observando, hipnótico, mi constelación, Orión, mientras echaba un trago (pequeñito).


- Son hermosas, ¿Verdad?.


- Lo son, contesté casi mecánicamente.


Observé a mi acompañante. Era una gata negra, no muy mayor, de un precioso pelaje y unos enormes ojos amarillos-verdosos que me miraba, curiosa, desde el soportal del motel.


- Los hombres no suelen venir por aquí a contemplar estrellas… Ronroneó acercándose a mí.


- Me imagino, le contesté con una media sonrisa.


- Me llamo Missi, susurró.


- Duncan. Duncan de Gross, le contesté con una media reverencia que la hizo guiñarme un ojo.


Missi me habló de ella, necesitaba que alguien la escuchase bajo aquel esplendido cielo. De sus ocho meses de existencia y la dura vida en el motel. Rodeada de gatos chulos e ignorantes que te meten una paliza porqué si. Ella hubiera ansiado otra vida mejor, quizás en la Gran Ciudad cateta y provinciana, donde hay más oportunidades para una gata guapa e inteligente. Pero no veía salida en aquella carretera comarcal, además, estaba preñada, esperaba gatitos para finales de marzo y no sabía como iba a poder tirar p´alante con aquella responsabilidad, era demasiado joven…


La animé. Era aún una gata joven y podía hacer realidad sus sueños, todos los gatos tienen un sueño, una misión en la vida. Después de aquello la invité a pasar unos días en casa. Estuvo diez días exactos conmigo, viviendo en el Patio-Lavadero, compartiendo anécdotas, copas, sueños, historias de un nostálgico pasado y esperanzas para un futuro incierto. Una mañana me pidió que la acercara de nuevo al motel de carretera. No pregunté. Missi es una gata joven, pero madura.


- Eres un buen tipo Duncan. Nadie se había portado jamás así conmigo. He sabido que es tener un amigo, una familia, por al menos diez días. Me he sentido querida. Tienes un camino que conduce a una estrella, no lo olvides.


Se dio media vuelta y se marchó. Mientras se iba, elegante, con su hermosa cola de negro y brillante pelaje erguida, le prometí volver y girándome, para que no me viera llorar, me dirigí al coche…

jueves, 12 de marzo de 2009

La Cajera


…Es una de las cajeras del Supermercado. A veces me quedo mirándola. Pelirroja, de mejillas sonrojadas, y ojos claros, me parece guapa. Tiene gracia y salero y por las miradas masculinas que, en ocasiones, intercepto, hay más de uno que se deshace por ella. Es la típica chica inquieta que habla por los codos mientras va pasando los productos por el láser de la caja, creo que casi nadie la escucha, y los que lo hacen, no suelen darle mucha credibilidad, pero no le quitan ojo a su llamativa hermosura:


- …Yo a ti te conozco, me dice mascando chicle, con un halo de misterio… Eres Duncan de Gross, te he visto un par de veces con Apolo, ¿Es amigo tuyo?.


- No, es uno de mis compañeros de Tiro con Arco… - Musito metiendo las tres cajas de leche de marca blanca en la bolsa de plástico que me ofrece.


- …Aham, bien, porque es un engreído, yo estuve a punto de salir con él hace un tiempo, menos mal que no lo hice… - Sonríe picaronamente.


Yo le devuelvo una forzada media sonrisa, lo que implica un muestrario de empastes dentales.


- ¿Sabes que sé predecir el futuro?, leo las manos, y a veces tengo visiones… -


- Estoy convencido de ello. – Le digo muy serio, las guapas suelen estar como cabras, mentalmente hablando, pienso mientras añado a las bolsas un zumo y media barra de pan.


- …Si quieres te puedo hacer una predicción respecto a tu futuro. Sugiere provocativa, lo cual me pone nervioso, ya que no estoy muy acostumbrado a que una chica me dedique esos tonos de voz, para mi harto sospechoso…


- No, gracias, no tengo tiempo, mi Gran Diosa Atenea, nacida de la mismísima cabeza del divino Zeus, enemiga acérrima del paracetamol y del sistema educativo aspanyol, me espera para tomar café… He soltado mientras leía el lema, impreso en cartulina ocre, de su abultada camisa habitada por dos, aparentemente, sugerentes pechos: …Casandra…


- ¿Vas a estar perdiendo mucho el tiempo, hermosa Casandra?, ha protestado un joven que iba tras de mi en la cola.


- ¡Calla Télefo, que eres un pesado y un maleducado, que Atenea te confunda!, le ha contestado la joven Casandra mientras me daba el cambio de mi compra…


- …Yo, a veces, tengo una pesadilla horrible… Sueño que me arrancan brutal y despiadadamente de los brazos de una fría Atenea… Ha murmurado ausente…


- Seguramente sólo es un sueño, he contestado, despidiéndome con un leve gesto…